Un personal penitenciario de la cárcel La Joya, en Panamá, encontró con las patas en la masa a un ‘perro cartero’ que ayudaba a los presos a comunicarse entre sí fuera de sus pabellones. Además, se presume que el animal estaría haciendo de intermediario para una venta de sustancias ilegales, según el mensaje que se encontró colgando de su cuello.

El ‘perro cartero’ transportaba mensajes mediante de notas colgadas al cuello

El personal de La Joya, penal localizado en Ciudad de Panamá, halló que los presos se comunicaban entre celdas a través de un perro flaco y de mirada inocente, el cual hacía de ‘cartero’ para trasladarles los mensajes de pabellón a pabellón.

Pero la nota que fue encontrada colgando del cuello del can no contenía simplemente saludos; de acuerdo con el director del Sistema Penitenciario, Andrés Gutiérrez, los presos estarían coordinando “la venta de presuntas sustancias ilícitas”. Y al final del mensaje se les pedía a los receptores que marcasen si querían algo.

Luego de este hallazgo en los pabellones de la atestada cárcel La Joya, la segunda más poblada del país con unos 2.800 reos, Gutiérrez garantizó que se están implementando y reforzando las medidas de seguridad necesarias para evitar los medios de comunicación encubiertos, pues en una prisión nunca se sabe el riesgo que estos mensajes pueden significar ni las consecuencias que pueden conllevar, tal y como se observa en este caso de una presunta venta de sustancias ilícitas.

"Seguimos reforzando la seguridad para evitar que este tipo de anomalías se efectúen en los penales", precisó Gutiérrez.

Antes del ‘perro cartero’, se supo del caso del ‘narcogato’

Otro caso muy parecido es el del ‘narcogato’ encontrado el pasado 16 de abril en la cárcel Nueva Esperanza, en la provincia de Colón, también en Panamá.

El personal penitenciario de Nueva Esperanza halló al gato cuando este ingresaba al centro carcelario con un trozo de tela amarrada al cuello y dos bolsas. Se encontró que ambos envoltorios contenían droga: cocaína, crack y marihuana.

Existe un “uso recurrente de animales para el trasiego y venta de sustancias ilegales”, manifestó Gutiérrez ante estos casos.

Por otro lado, también es común que los presos utilicen comida, ropa, palomas e incluso drones para la adquisición de drogas u objetos prohibidos dentro de la cárcel, según contó. En esta línea, cabe recordar que en el país caribeño hay más de 18 mil presos, los cuales se encuentran recluidos en 23 penitenciarios, que en su mayoría están sobrepoblados, una realidad que hace más dificultosa la tarea de supervisión y comprobación de los sistemas de seguridad en dichos centros.