En agosto del año 2016 una gran noticia salió en todos los periódicos. El Parlamento de la Unión Africana avalaba la prohibición de la ablación que estaba vigente en 30 países. Sin embargo, a pesar de que muchas mujeres ya no tendrían que sufrir esta práctica tan dolorosa, peligrosa e innecesaria, otras tendrían que convivir como pudiesen con las consecuencias que les había dejado la ablación femenina.

"Si no me lo hubieran cortado, tal vez hubiera disfrutado"

Esta es una de las frases que nos deja el testimonio de Rahel Musa Aron, una mujer que ahora vive en East Lasing (Michigan), pero que a los 7 días de nacer sometieron a esta terrible práctica.

Los ancianos de su comunidad, en Eritrea, llevaron a cabo un ritual donde le cortaron su clítoris y lo enterraron. Ahora, con 58 años, Rahel se hace muchas preguntas. Ella piensa en si la mutilación a la que fue sometida le arrebató su intimidad. Aunque está casada y tiene hijos, Rahel piensa que hubiera podido disfrutar mucho más de sus relaciones.

Las cicatrices que tiene Rahel no son tan graves como las de Renee Bergstrom (Minnesota). La madre de Renee se preocupó porque la pequeña se tocaba, así que la llevó a un doctor en Minnesota. Su forma de solucionar el problema fue practicando la ablación genital femenina. Renne se sintió traicionada por su madre. Con sus propias palabras asegura:

"Aunque yo era muy pequeña, me dijo que era un error, pero que nunca debía hablar de eso".

Las cicatrices que le quedaron fusionaron parte de sus labios y la piel estaba tan dañada que no fue capaz de estirarse lo suficiente para dar a luz a sus hijos.

El caso de Mariya Taher (Massachusetts) es algo diferente. Con 7 años fue de vacaciones a Mumbai, India. Estaba caminando con su madre por un apartamento hasta que, de repente, se encontró en el suelo, le arrebataron el vestido que llevaba puesto y, con sus propias palabras dice lo siguiente:

"Recuerdo haber sentido algo afilado y luego llorar.

Una de las mujeres mayores me dio una gaseosa. Es todo lo que recuerdo".

Ahora que Mariya tiene 34 años y que sus cicatrices son pequeñas, considera que lo que sufrió fue una violación.

El silencio de las afectadas

Cada vez son más las mujeres que se animan a contar su experiencia. Rahel, Renee y Mariya son tres de ellas que iniciaron este camino para derribar ese silencio que les dijeron que debían guardar.

Pues, aunque la ablación femenina era una práctica que estaba aprobada y validada, también existía cierto pudor y tabú para hablar sobre la misma.

Muchas niñas han muerto tras pasar por esta terrible práctica. Otras muchas, como en el caso de Renee, han tenido lesiones que les han dificultado sus relaciones e incluso sus partos. Hoy en día, aún es difícil afirmar que la ablación genital femenina ha sido erradicada del todo.

A pesar del avance que supuso el plan de acción de la Unión Africana, en alguna parte puede que una niña esté siendo obligada a someterse a este ritual.