Ya lo escuchamos en sus discursos, allá por el mes de octubre, cuando aún no era presidente y sólo era un candidato a ocupar la Casa Blanca. "Se han perdido innumerables vidas de estadounidenses inocentes porque nuestro políticos han fracasado en su deber de asegurar nuestras fronteras y hacer cumplir nuestras leyes", afirmaba Trump en Arizona a comienzos del mes de septiembre.

Seguridad e inmigración, ¿términos conectados?

Los atentados del 11S en los que fallecieron en torno a 3.000 personas han servido al empresario y ahora presidente para reforzar sus propuestas acerca de inmigración y seguridad.

Sólo dos días después de que se anunciara la construcción del muro en la frontera con México, el Pentágono anuncia la prohibición de entrar al país a personas procedentes de un grupo de países donde más fuerza tiene el islamismo radical. Dentro de este selecto grupo estarían Siria, Yemen, Irak, Irán, Libia, Sudán y Somalia.

De la misma manera, Trump asegura que dará prioridad a los cristianos en lo que a refugiados se refiere. Asimismo, insiste en "honrar la memoria de sus compatriotas fallecidos en atentados efectuados por grupos radicales islámicos con hechos". E insiste: "Sólo queremos a aquellos que apoyen a nuestro país y que quieran profundamente a nuestra gente". El decreto veta la entrada de personas procedentes de los países ya mencionados durante 90 días y reduce a 50.000 el número máximo de refugiados a admitir en el año fiscal.

Aumento de la división de opiniones

Como se podría vaticinar, estas medidas han causado la crítica de numerosos grupos y organizaciones progresistas que consideran el decreto un ataque hacia los derechos humanos y lo tachan de discriminatorio. Sin embargo, los votantes y seguidores de Trump esperaban este tipo de actuaciones (por algo le han votado), y consideran que este tipo de reformas ayudarán a mejorar la seguridad en EE.UU.

y a combatir el terrorismo.

Una vez más, como se viene observando en estos últimos meses, se refleja un país dividido en dos, y no es cualquier país, hablamos de la superpotencia económica y política mundial. Pero si hay una cosa cierta es que hasta ahora las medidas aplicadas por otros políticos no han sido, ni mucho menos, efectivas.

¿Es la firmeza y la contundencia el mecanismo adecuado para acabar con el terrorismo? El tiempo lo dirá, pero no será por no haberlo intentado. ¿Por qué ser permisivos con personas que acaban con miles y miles de vidas sin ningún motivo ni razón? Es la pregunta que se hacen millones de individuos indignados y cansados de que se acabe con tantas vidas injustamente.

La implantación de castigos ejemplares para los terroristas en EE.UU. es inminente, si bien la primera ministra británica Theresa May ha logrado en su reunión con Donald Trump que se eche para atrás o, al menos, aplace la restauración de mecanismos de tortura. Lo que es seguro es que el nuevo presidente estadounidense seguirá dando que hablar y seguirá fomentando la polémica con sus propuestas y decisiones.

Pero hemos de preguntarnos: ¿por qué no dejar a un lado los prejuicios que se puedan tener sobre él y dejarle desarrollar sus políticas? Sin aún ni siquiera haberse llevado a cabo, criticar sólo puede ser un impedimento y crear más tensiones de las que ya existen. Porque no es justo juzgar por un trabajo que aún ni se ha apenas iniciado.