Y lo volvió a hacer. Amanecía en España y todo aficionado al tenis (y al deporte en general) esperaba ansiosamente la oportunidad que se le presentaba al para muchos mejor deportista español de todos los tiempos de seguir escribiendo páginas en la historia. Mientras tanto, en las antípodas, Don Rafael Nadal saltaba a la pista de Melbourne con un objetivo claro: meterse de nuevo en una final de Grand Slam.
Una semifinal más dura de lo esperado
Y es que tras dos años de sufrimiento y problemas físicos, Nadal ha demostrado que no es que haya vuelto sino que realmente nunca se fue.
Concentrado, motivado, consciente de no poder dejar pasar el tren, el balear cerraba la primera manga por la vía rápida con un cómodo 6-3. Sin embargo, a pesar de que muchos califican a Grigor Dimitrov como un potencial número uno del futuro, nadie podría imaginar que el duelo de hoy se fuera a convertir en una batalla, una pelea de titanes. Así, desplegando un tenis con estilo, con una clase desmesurada y, en muchos aspectos similar al que desarrolla "el Maestro" Roger Federer, el búlgaro se llevó el segundo set tras romper el saque del español (7-5).
Con mejor estadística de aces y un juego técnico increíble con golpes profundos y dotados de un efecto perfecto, el joven búlgaro se disponía a complicarle la vida al balear.
Tras más de una hora, nuestro Rafa se llevó el tercer set en el tie break. La siguiente manga sería un calco de esta, de nuevo un derroche tremendo por parte de ambos tenistas que culminaría en el tie break, que en este caso se decantaría del lado del búlgaro.
Llegados al set decisivo, cualquier cosa podría pasar, pero fue entonces cuando Rafa rememoró su coraje, su garra, su lucha, y tras más de cinco horas, al fin volvimos a ver a Nadal disfrutar en el suelo de una pista de tenis, rebosante de alegría y emoción.
Su rostro era totalmente el reflejo de lo trabajada que ha sido esta victoria y, sabe mejor aún cuando te han dado por muerto y demuestras que sigues siendo el de siempre. Aquel tenista que se come cada bola, que llega a pelotas imposibles y que nos impresiona con puntos inimaginables. De alabar es el partido jugado por su rival, que ahora ya sí que se confirma definitivamente como candidato a luchar por este tipo de títulos de aquí en adelante.
El Clásico del tenis moderno ha vuelto
Plasmaba su firma en la cámara y se iba a descansar. Quien dice a descansar dice a pensar ya en la cita histórica que nos espera el domingo, de nuevo a las 9.30. Como en los viejos tiempos, se enfrentarán dos héroes, dos mitos de la raqueta. Roger Federer contra Rafael Nadal, dos nombres que transmiten sentimientos y emociones más allá del deporte. 17 grandes para el primero por 14 del segundo. Se han enfrentado hasta en 34 ocasiones, con balance favorable para el español (23-11). En lo que respecta a las finales, también el español cuenta con ventaja (14-7). Ambos han venido demostrando estar en su mejor nivel, pues de igual manera que Nadal, la mañana anterior vimos como Federer derrotaba también en cinco sets a su compatriota y campeón del último Grand Slam disputado (US Open, en el pasado mes de agosto), Stanislas Wawrinka.
Los dos se respetan y se admiran como el que más. Reflejo de ello son las distintas declaraciones que han hecho el uno del otro. "En mis 17 años de carrera, Nadal es el tenista que más me ha influenciado como jugador", decía Roger Federer. "Cuando jugaba con Roger siempre tenía a alguien mejor enfrente" afirmaba Rafa Nadal.
Los viejos rockeros han vuelto para ganar.