La final que la inmensa mayoría de espectadores anhelaban se dará este domingo en Australia, donde Roger Federer y Rafa Nadal se disputarán el primer Grand Slam del año, el Open de Australia.
Duelo de leyenda
Desde julio de 2011, cómo pasa el tiempo, no luchaban estos dos genios de la raqueta por un gran título, y cuándo pocos lo esperaban ahí están los dos tratando de seguir agrandando su leyenda, ya de por sí inmensa.
Los aficionados podremos disfrutar así de un duelo épico, que ha marcado una época en el tenis y también en el deporte en general.
Nadal y Federer, Federer y Nadal, dos auténticos ganadores con unos genes competitivos dignos de admirar y alabar. Cada uno con su estilo, ambos pasarán a los anales de la historia probablemente como los mejores tenistas que ha habido nunca.
No ha sido fácil
Pero volver a reeditar este duelo tanto tiempo después no ha sido fácil para ninguno, ni mucho menos, sobre todo después de un nefasto 2016 en el que las lesiones les impidieron estar entre los mejores, como siempre habían hecho.
Federer, por primera vez en sus 18 años como profesional, anunció que debía pasar por el quirófano debido a una rotura de meniscos. Nadal, por su parte, se vio aquejado de la muñeca y aunque pudo estar presente en los Juegos Olímpicos de Río y acabar entre los 10 primeros del ranking ATP, terminó el año haciendo borrón y cuenta nueva después de un año complicado.
Año nuevo, vida nueva
Su trayectoria en este Open de Australia, con Djokovic y Murray eliminados antes de lo esperado, ha estado llena de grandes actuaciones y ambos han tenido que superar difíciles escollos y unas semifinales de infarto. Wawrinka obligó a Federer a derrotarle en cinco sets, los mismos que necesitó Nadal para imponerse a Dimitrov, en un encuentro que se prolongó durante casi 5 horas y en el que Nadal remontó un 4-1 adverso en el último y definitivo set.
Así, el enfrentamiento por excelencia de este nuevo siglo tendrá una nueva versión y con un Grand Slam como telón de fondo. El resultado será lo de menos para dos compañeros de profesión que se respetan, se admiran, se halagan e incluso mantienen una buena relación, siempre dentro de una sana rivalidad, una de las más grandes de todos los tiempos.