No sólo se celebra el 70 aniversario del final de la II Guerra Mundial durante 2015, o la caída de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. En Francia se recuerda que hace siete décadas fue juzgado y condenado el anciano Mariscal Philippe Pétain,89 años, jefe de la Francia de Vichy, Gobierno títere al servicio de la Alemania de Hitler.

Durante su mandato, demostró ser un fiel aliado de Berlín, y además profesaba una admiración enorme a la España de Franco. Cuando fue nombrado Jefe de la Francia de Vichy después de la ocupación alemana, todos ya conocen el balance…

El 15 de agosto se dictó la sentencia contra Pétain: pena de muerte.

Pero no se llevó a cabo, por su avanzada edad, y el militar vivió el resto de sus días en prisión perpetua en la isla de Yeu, en el Canal de la Mancha, donde murió en 1951 y fue enterrado allí. Así acabó el antaño héroe de la batalla de Verdun durante la I Guerra Mundial.

El diario Le Monde, como siempre muy bien documentado, recuerda con minuciosidad varios momentos de aquel juicio. Primero recordó cómo Pétain llegó a ser “el hombre más adulado de Francia” durante su Gobierno, “el héroe, el santo, el padre cuyo retrato estaba en todos los escaparates y en todos los sellos; aquel a quienes los niños cantaban en todas las escuelas (…) a quienes los parisinos, el 26 abril 1944, vinieron en masa a aclamarlo ante el Ayuntamiento, por que él era para ellos, para bien o para mal, una ventana abierta durante la noche”.

Luego describió cómo fue abandonado poco a poco hasta su caída final.

Recuerda el discurso de Pétain intentando justificar sus actos, siguiendo los consejos de sus abogados defensores: “Es al pueblo francés a quien debo rendir cuentas”, diciendo que en la Corte que le juzgaba no se sentía representado. Luego siguió: “Durante cuatro años yo dirigí a Francia.

Yo no pensé otra cosa que en la reconciliación entre franceses. Mientras que el general De Gaulle, fuera de nuestras fronteras, proseguía su lucha, yo preparé el camino a la Liberación conservando una Francia dolorosa, pero viva”. No pidió clemencia: “Un Mariscal de Francia no debe pedir clemencia a nadie”, y como hizo luego Franco, “me someto al juicio de Dios y al de la posteridad”.

El juicio tuvo momentos de tensión entre los partidarios de Pétain y los demás acusados con los partidarios de la Resistencia, que clamaban venganza y la muerte del “traidor”. Los abogados de los acusados intentaron elegir un jurado compuesto de gente que según ellos fuera “imparcial”. Por ello, la heroína de la Resistencia Lucie Aubrac fue recusada para ello.

Salieron cientos de testigos, tanto de los acusados como de la Resistencia. Y el jurado quedó convencido más por estos últimos, claro está, contando con pelos y señales lo que sufrieron en campos de concentración o de exterminio.

Pierre Laval, el temido Ministro del Interior en Vichy, negó las acusaciones en contra de él pero fue condenado a muerte.

Nuevamente, Pétain dijo haber actuado “en nombre de Francia” y que “mi vida y mi libertad quedan en sus manos, pero mi honor lo confío a la Patria”. Pero, como bien recuerda Le Monde, “Ninguna palabra de homenaje ni de remordimiento por las víctimas, los combatientes, los resistentes, los torturados, los deportados, los fusilados…”

Hoy en día, en Francia no hay una sola calle dedicada a Pétain, ni siquiera en las ciudades y pueblos con alcalde del FN (por ahora). Sólo Jean-Marie Le Pen y algún conocido escritor han intentado reivindicar su nombre.