Hablar de guerra civil en un país como la Francia del siglo XXI podría sonar en principio como el argumento de alguna novela fantástica o de algún cómic de ciencia ficción. Sin embargo, son muchas las voces que hablan ya abiertamente sobre esta posibilidad en el país vecino. Voces autorizadas como la de Patrick Calvar, jefe de la Dirección general de Seguridad Interior de Francia (DGSI).

Calvar opina que su país está al borde de una guerra civil. Según sus previsiones, un nuevo atentado islamista en suelo francés podría provocar una respuesta por parte de la extrema derecha, que a la vez sería contestada por una nueva acción por parte de los yihadistas, que haría entrar al país en una espiral de violencia de consecuencias imprevisibles.   

Se trata de un escenario improbable pero no imposible. En los últimos dos años la sociedad francesa ha padecido el horror del terrorismo más salvaje y brutal en su propia casa: los asesinatos de Charlie Hebdo, la matanza de Bataclán, el atentado de Niza...

Lo peor, sin embargo, no es lo que ya ha sucedido (y que por tanto no tiene remedio), sino la certeza de que volverá a pasar, además de la sensación de muchos ciudadanos franceses de estar completamente indefensos y expuestos a ser asesinados en cualquier lugar.

El auge del Front National

Precisamente la debilidad y la ineficacia del actual gobierno, incapaz de combatir a este nuevo enemigo despiadado e invisible, es lo que alimenta el crecimiento del Front National, que va camino de convertirse primera fuerza política del país. La reacción es lógica: el presidente François Hollande evita aludir directamente al Islam en sus condenas a los atentados mientras que el primer ministro Manuel Valls advierte a los ciudadanos que tendrán que acostumbrarse a convivir con el terrorismo.

La sensación de desamparo e impotencia es total.

Ante esta actitud desorientada y resignada del actual gobierno galo, es normal que la figura de Marine Le Pen, líder del Front National, gane popularidad entre los franceses. Se puede estar de acuerdo o no con su discurso, pero nadie puede reprocharle que éste no sea claro.

Además de todo esto, hay que señalar que la mayor parte de la sociedad francesa no percibe a la extrema derecha (que de momento no comete actos terroristas ni matanzas indiscriminadas) como un peligro mayor para su seguridad que la que supone el yihadismo, ya instalado firmemente en sus barrios y ciudades. No hace falta simpatizar con el Front National y sus posiciones para darse cuenta de esta obviedad.

La comunidad musulmana en el ojo del huracán

Muchos se obstinan en concebir esta guerra civil como un eventual enfrentamiento armado entre el islamismo radical y la extrema derecha, encarnada en el Front National, un conflicto entre extremos con la mayoría de la población (cristianos y musulmanes) en territorio neutral. Esta interpretación no sólo es errónea sino que conduce a una situación aún más peligrosa: ¿cómo combatir al enemigo si no somos capaces de identificarlo? 

La realidad es que una suerte de guerra civil ya ha comenzado en Francia, y hay que llamarla así: es una guerra porque por desgracia los bandos ya han sido establecidos (el islamismo radical contra el resto de la ciudadanía) y porque ya se han producido numerosos actos de guerra, acciones que una parte de la prensa francesa insiste en meter en el cajón de sastre de los "casos aislados" que se saldan con escasas víctimas o que se abortan in extremis como el intento frustrado de atentado en el tren Thalys.

Por otra parte es evidente que si es una guerra se trata de una guerra civil porque se está librando entre ciudadanos de un mismo país, con la comunidad musulmana francesa en el ojo del huracán. 

Como dijo De Gaulle, "Francia se hizo a golpe de espada", y tal vez sólo con la espada se podrá salvar.