Es el comienzo del fin de la delgadez escuálida. Mujeres con curvas generosas dominarán el mundo de la moda.

Pues sí, continuamos practicando fitness, zumba, running, yoga, pilates, y gym pero lo hacemos por la salud. Las mujeres con curvas, triunfan. Las Jennifer López, las Kim Kardashiam. Algo muy importante está ocurriendo en la mente de los hombres, (y de las mujeres) y es la aceptación, y hasta exaltación del cuerpo femenino con todas las curvas, rotondas, bifurcaciones que es capaz de contener. Beyoncé. La generosidad. La opulencia.

Quiero decir: los gurús de la moda, amanerados, afectados o afeminados, no podrán seguir sembrando el mito de la belleza de la mujer enfermiza, huesuda y angulosa como una cátedra de geometría.

Lánguidas y etéreas. Terminan ya los complejos, es el momento de deslumbrar con una moda más allá de la talla 38.

Lejos quedarán aquellas modelos demacradas y famélicas con aspecto de tuberculosas. Llegaron para quedarse las caderas pródigas, refugio del amor y de la vida. La exuberancia del cuerpo con líneas redondeadas resulta sexy. Mónica Bellucci. Piernas que acojan, protejan, calienten. Que anden y refugien. Scartlett Johansson

En este preciso momento, resulta un buen homenaje a la autoestima femenina, deprimida y aplastada con el envidioso, androgénico (¿por qué no?) concepto de la belleza, presa y enclaustrada entre columnas de huesos y piel. Ahora mismo triunfan los escotes generosos.

Caderas redondeadas. Las modelos escuálidas siguen desfilando en las pasarelas, pero ya tienen rival: ellas, las reales. Las voluptuosas. Kate Winslet. Las de verdad.

Vamos, por lo pronto, quedándonos con la frase de Naomi Wolf en su libro The Beauty Myth que lo resume todo, o casi todo: “Una cultura obsesionada con la delgadez femenina no está obsesionada con la belleza de las mujeres. Está obsesionada con la obediencia de éstas. La dieta es el sedante político más potente en la historia de las mujeres; una población tranquilamente loca es una población dócil”.