En el factor humano el vínculo que nos une a unos con otros puede ser y es de carácter discriminatorio. Es decir, las personas discriminan entre las afinidades de ayudable o no ayudable. En el noble arte de la solidaridad existe pues un factor subjetivo que denota tendencias de actuación favorables hacia algún individuo o colectivo. La solidaria puede ser practicada de muy diversos modos aun así, no obstante y según mi propia opinión no es de obligada práctica.

En una relación de vínculo directo, la solidaridad tendrá siempre la oportunidad de florecer con más fuerza desde la energía que produce la voluntad de uno de ayudar directamente con sus medios propios, sin caer en el agotamiento de tener que hacerlo. Del mismo modo que un jardinero riega una planta, y lo hace condicionado por verla crecer y florecerpero no por ello la riega con fluidos propios, la generosidad deber ser siempre equilibrada.

Digo que debe ser practicada en forma directa, en la idea de poder percibir directamente los efectos de la ayuda prestada y recibir a cambio la satisfacción de haber sido factor fundamental en un proceso de cambio constructivo.La sociedad ha creado mecanismos de asistencia médica y social pero a menudo carece por defecto de forma de la vinculación directa y personal entre individuos.

De este modo, el seguimiento y la comprobación de los frutos de la solidaridad se pierde en los mecanismos burocráticos perdiendo así mismo, la esencia de aquello que nos permite sentirnos vinculados al bienestar ajeno. Del mismo modo que la planta crece para el placer de los ojos de la persona que la riega.  Reflexionar a cerca de la no obligatoriedad de la práctica de la Solidaridad, ofrece desde mi punto de vista un margen de libertad desde el que el individuo puede llegar a sentirse libre del pesar del tener que.

Sé que este pensamiento es contrario a la ética que durante mucho tiempo se ha inculcado en el colectivo de personas que por circunstancias han tenido que practicar la solidaridad de manera forzosa. Este espacio en el que uno, no estár vinculado a tener que asistir a nadie es siempre punto de descanso y nacimiento de futuras iniciativas solidarias esencialmente libres de la idea de tener que colaborar a la fuerza por imperativo moral.

Desde este punto de vista acumular recursos sin la obligatoriedad de tener que invertirlos en colaboraciones forzosas, adquiere un sentido ético. puesto que llegado el caso en el que el vínculo afectivo condicione una acción solidaria, el hecho de disponer de esos recursos será motivo siempre de felicidad y no de pesar.