Sólo hay que comprender en el arte de la convivencia armónica entre vecinos en un bloque de edificios, que la solidez de las paredes es aparentemente insuficiente para contener los sonidos que acaecen en el seno de un piso.

Cuando percibimos una habitación con sus cuatro paredes, puede llegar a parecernos que el sonido qua se produzca en dicho habitáculo no traspasará el espacio que delimitan. Esto es falso. El sonido tiene tiende a comportarse como un gas por ende tiende a ocupar todo el espacio que sea posible; Y sin embargo a diferencia del gas que puede ser contenido por elementos sólidos, el sonido tiene la capacidad de superar con éxito las obstrucciones que un elemento sólido puede ocasionar.

Es por esta falta de consciencia a cerca de la naturaleza del sonido que a menudo los habitantes de un piso, léase habitáculo delimitado por paredes, a menudo actúan como si los sonidos no pudiesen trascender la mismas paredes. Moderar los volúmenes del sonido propios del interior de un habitáculo, no sólo permite aumentar la calidad de vida de sus habitantes, sino que además proporciona armonía y equilibrio al entorno más próximo, léase, a los vecinos. Resulta inevitable dicha trascendencia del sonido, y sin embargo la modulación de música, conversaciones, movimientos de muebles, televisión, etc... Es elemento indispensable para la buena convivencia entre vecinos de una misma escalera. Reflexionar acerca de estos aspectos convierte a persona que lo practica en un artista de la convivencia, pues a menudo se valora a las personas por lo que dan, y sin embargo la capacidad de ofrecer silencio o sonido modulado es virtud del artista que comprende a cerca de la naturaleza del sonido.

Creo que el hogar debe ser un lugar sagrado de descanso en el que poder disfrutar en intimidad de todas las ventajas que supone el poder vivir entre cuatro paredes, por ello y por qué los demás viven de forma similar sería conveniente educar desde el principio a toda aquella persona receptiva a este tipo de informaciones. Un arte que podría traducirse en el arte de la generosidad no dativa.

Y es que si a cualquier persona le preguntas si prefiere vivir en un piso o en un hogar, contestaría con certeza que lo segundo es ideal y lo primero equivale a no tener un refugio en el que vivir. Lo dicho, no hay nada como poder disfrutar del lugar en el que se vive sin necesidad de utilizar tapones de silicona. A cerca de las desventajas de no practicar este arte, resulta evidente que todo aquel que no module el volumen de los sonidos que produce será percibido por la vecindad como un elemento no deseable, por ende recibirá de una forma u otra el rechazo de su entorno más próximo.

Digamos que es un horror cruzarse con un vecino que te mira mal y no saber cuál es el motivo de tal circunstancia. Por otro lado recibir el título, aunque solo sea a nivel personal de uno mismo, de artista o practicante del arte de la modulación del sonido es una satisfacción personal en sí misma.