¿Por qué nuestros hijos nos abandonan cuando somos mayores? Los padres comienzan a ponerse mayores y ven que sus hijos, ya no los visitan con tanta asiduidad como antes. Envueltos en pena, comienzan a pensar ¿por qué a nuestra avanzada edad no tenemos tan siquiera el derecho de disfrutar un poco a nuestros hijos ya grandes y nietos en nuestra angustiada y soledad vida, cuando antes en nuestra vida era todo alegría?
Debido a que quizás estén enfermos o no se puedan valer por sí mismos es cuando los hijos toman la decisión de poner una señora para que los cuide o bien se los metan en un asilo de anciano para que de ellos se ocupen.
Mientras los hijos, porque hay hijos para todos los gustos, piensan que los estorban como si fueran objetos inservibles, o que al no tener dinero ya no les sirven por ejemplo.
Las personas mayores lo que hacen son tratar de no vivir en soledad, solicitan de los hijos la atención al menos una vez por semana que se los vaya a visitar a la casa. No quieren escuchar que son un estorbo, son unos padres que no solo les dieron la vida, sino que siempre estuvieron al lado de vuestros hijos en las buenas y malas, levantándolos en cada caída y en los logros que tuvieron a lo largo de sus vidas.
El pago a veces es duro por parte de los hijos, hijos insensibles que solo miran su ombligo y no piensan que en algún momento de sus vidas envejecerán como hoy sus padres, y que quizás estén sanos o no y no querrán que sus hijos los ignoren o los metan en un asilo y si alguna vez fueron mis padres hoy ya no son nada.
Porque el día que ya no estén en esta tierra, es cuando lloran lamentándose diciendo: pobre mis padres, cuanto nos amaban, que buenas personas que eran, fueron nuestra guía en vida…y uno piensa: cuanta desfachatez tienen esa clase de hijos que ni siquiera se acordaban de ellos en vida, que cuando sus padres le reclamaban que estuvieran a su lado, les ponían excusas tras excusas para no hacerse cargo.
Conozco tantos casos que no me alcanzaría para describir hijos/ as hipócritas a las que te dicen en la cara: ¡ayyyyyyyy, no sabes cuánto los amaba a mis padres, daría cualquier cosa por volverlos a tener!
Qué vergüenza ajena da escuchar esas palabras cuando perfectamente sabes que es todo lo contrario.