Dragui estimuló ayer jueves los mercados confirmando las expectativas sobre el aumento de compra de deuda hasta los 80.000 millones mensuales y elevando la penalización de los depósitos hasta el 0,4% negativo, es decir, cobrará más interés a aquellos bancos que prefieran refugiar su dinero en Fráncfort antes que dedicarlo a la concesión de crédito. Pero el presidente del Banco Central Europeo (BCE) anda con la mosca detrás de la oreja con el tema de la inflación y no quiere que el bajo nivel de esta "se afiance en efectos secundarios sobre los salarios y los precios".

Con la idea de esquivar una "deflación desastrosa" decidió desplegar toda su artillería bajando los tipos al 0% e incluyendo en la compra de deuda aquella que emitan empresas no financieras. Eran las dos sopresas que tenía guardadas Super Mario y que ni las expectativas más optimistas habían contemplado.

El efecto fue inmediato y las bolsas reaccionaron con subidas de hasta el 4% en algunos índices. Pero ese positivismo se diluyó como un azucarillo ante la idea de una posible recesión o un debilitamiento de las perspectivas de crecimiento de la eurozona. Llámenlo como quieran pero algo pasa.

Mientras la Reserva Federal de Estados Unidos sube los tipos de interés, sin entrar a valorar el acierto en el tiempo, y tiene en mente continuar con un aumento progresivo si las perspectivas económicas se cumplen, el BCE decide dar dinero gratis.

Dragui habla para que le escuchen y explica que pretende dinamizar la economía real y anima a los gobiernos de los países del Euro a "acelerar las reformas estructurales y fiscales necesarias para reforzar la economía".

El presidente del BCE forma parte del sistema y sus decisiones tienen una influencia determinante en los mercados financieros.

Sabe que la tendencia es positiva pero que la confianza del consumidor debe aumentar para poder relanzar la economía con una base sólida. La idea del BCE es buena, no pretende alarmar sino activar. No quiere que se vuelvan a cometer errores del pasado y aspira a que sean las empresas y la sociedad las que manejen las previsiones y no a la inversa.

Impulsar el crédito que permita la inversión de las empresas en capital humano creando empleo y, de esta forma, fomentar el consumo que genere la rentabilidad del negocio empresarial es lo único que Draghi tiene en mente cuando agita su varita mágica. Sabe que si la tasa de desempleo de Alemania, 30% del PIB de la zona Euro, es del 6,2%, el problema está en la confianza del ciudadano y en la movilidad del dinero.