Con la llegada de la primavera siempre se ha presentado como un escenario idílico para los equipos de Fútbol en todas sus vertientes. Y es que las competiciones es cuando se adentraban en su fase final, lo cual generaba que cobrasen una mayor implicación de los jugadores, así como, una mayor expectación en los aficionados, y por consiguiente, un incremento de los beneficios en los conjuntos, a nivel televisivo y de audiencias.

Sin embargo, esta temporada será diferente.

Una sociedad paralizada ante la epidemia

Desgraciadamente, los peores presagios parecen cumplirse, pues como consecuencia de la pandemia actual que atraviesa la humanidad fruto del COVID-19, todos los sectores de nuestra sociedad se están viendo afectados, e incluso padeciendo secuelas devastadoras a nivel económico, poniendo en riesgo la estabilidad y continuidad de su curso en el mercado.

Tanto es así, que evidentemente el deporte en general y el mundo del fútbol en particular no escapan a tan desoladora realidad, viviendo una situación de incertidumbre en el horizonte de unas competiciones a día de hoy paralizadas, cuya continuidad persigue sin fecha, e incluso se mantiene en entredicho una posible suspensión de manera definitiva.

Las dos caras de un mismo problema

Aunque parezca increíble, este panorama deja beneficiados y perjudicados dentro del fútbol. Por un lado, queda la esperanza de aquellos jugadores lesionados que, atravesando un período de recuperación tras haberse lesionado y que daban por perdida su temporada deportiva, esperan pacientemente completar con éxito su periodo de recuperación, pudiendo incluso llegar a competir en lo que resta de temporada, toda vez que finalmente pudiera reanudarse.

Del otro lado, queda la cara amarga de la crisis, de este período obsoleto de fútbol en la sociedad, quedan las pérdidas mareantes en materia económica de los clubes, quienes ven comprometidos sus compromisos con patrocinadores y televisiones, y que, hasta los clubes con mayor masa social y salarial se están viendo obligados incluso, al igual que está ocurriendo en el resto de sectores del país, a despedir a sus trabajadores y empleados y a renegociar los contratos con los jugadores, sus mayores activos, por falta de ingresos y liquidez en sus arcas económicas.

Asimismo, no debemos olvidarnos del aficionado abonado, quien queda en una situación de incertidumbre en relación a su cuota, sin saber por el momento qué va a suceder con el resto de partidos y con el importe de su abono, fijado para un número de competiciones que pueden verse alteradas no solo en calendario, sino también en la supresión de la celebración de partidos de manera irreversible.

En definitiva, se trata de un nuevo escenario para la sociedad, quien respetando el estado de alarma vigente y comprometido con la seguridad de los deportistas y aficionados, se encuentra huérfana en estos días y por tiempo indefinido, de su pasión por el fútbol, lugar de paz y concordia para tantas personas que encuentran su afición y desconexión en este deporte, alejándose de las presiones sociales y laborales que reinan en el panorama actual.