Luego de anunciar, hace unos días, que ésta sería su última temporada en el equipo de sus sueños, Don Andrés Iniesta se preparaba para un partido de despedida, el último de la temporada. El fin de una historia que duró 16 temporadas, debutando en primera división en el año 2002, pero donde se formó como futbolista desde que apenas tenía 12 años de edad.
Toda una vida de amores, para resumir lo que ha sido su historia con el club Azulgrana.
Elogios y Abrazos
Un sinfín de elogios ha recibido el mediocampista azulgrana por una increíble e impecable carrera, tanto dentro como fuera del campo.
Un jugador de esos fuera de serie, que lo ha ganado todo, o casi todo. Un balón de Oro que se le escapa, únicamente por tener la mala suerte de haber pertenecido a la época de Cristiano Ronaldo y Lionel Messi.
Mensajes de todas partes del mundo, de jugadores y personajes reconocidos de la historia del fútbol, de su gente, aficionados y familiares. Indiscutiblemente todo merecido y nos quedamos cortos. Aún así, Don Andrés tenía preparado su propia despedida, la que no compartió con nadie pero a la vez compartió con todos.
Don Andrés y su cancha, el Camp Nou
Y es que, es fácil ver y recordar el estadio del Barcelona Fútbol Club lleno de gente, con la hinchada empujando a su equipo, como siempre ha sido.
Un estadio lleno aplaudiendo a los mejores, gritando un gol después de un zapatazo de Don Andrés. Recuerdos de éstos sobrarán y perdurarán por años. Pero, entre el crack y su césped hay mucho más que eso, hay una conexión única, de esas que merece una despedida de tú a tú.
Es por eso que, una vez culminado el último encuentro, ya sin personas en las gradas, luces casi apagadas y con el uniforme aún puesto.
Este maestro del fútbol nos regala una imagen sin palabras. Sentado en el centro del campo, entre ligeras sonrisas y lágrimas, el azulgrana, descalzo, repasa y revive su historia en solo unos segundos.
Foto y sentimiento
La foto que lo inmortaliza, con sus pensamientos y una portería en el fondo refleja su interior. Una historia de amor que culmina en paz, sabiendo y teniendo la certeza de haberlo dado todo durante cada segundo jugado en esa cancha.
Esta es la despedida que tenía en mente Don Andrés, desde que supo que la decisión de marcharse no tenía vuelta atrás. A solas con su estadio, a solas con su césped y a la vez con todos los que amamos el fútbol aplaudiéndole.
Gracias por tanto y por todo maestro, Crack!