Como indica su apodo La Pulga, el astro del balompié no nació bendecido por los dioses, por lo menos exteriormente, sino con un cuerpo menudo y frágil, que no auguraba sus proezas posteriores, dignas de una leyenda o una figura mitológica.
Los problemas de crecimiento en la crítica edad de la adolescencia, a partir de los 11 años, espolearon su ambición, como suele ocurrirles a los campeones, que se crecen ante las dificultades.
Inicios difíciles
“Lo único que quería era jugar al fútbol”, declaró a la prensa.
Y eso fue exactamente lo que hizo y a las mil maravillas.
Podría haberse dejado vencer por el miedo y el complejo de inferioridad, pero no fue así. ¡Su pequeñez física magnificó el poder de su voluntad!
Mientras futbolistas mucho mejor dotados corporalmente, altos y atléticos, se conforman con los dones de la naturaleza, sin esforzarse en desarrollar otras cualidades, Leo messi puso toda su voluntad al servicio de una magia y una fantasía futbolísticas únicas, prodigiosas, con su sello característico, que ningún otro jugador presente o pasado puede siquiera imitar.
Cuando #Messi está en estado de gracia, el mundo entero contiene el aliento.
Y ese talento genuino suyo, nacido de la voluntad y de la necesidad de superarse a sí mismo, es un ejemplo extraordinario para los niños y adolescentes que se ven obligados a superar barreras físicas o sociales durante su desarrollo personal.
El talento es genético, desde luego, pero también se hace por el camino, día a día, con el sudor de tu frente, saltando obstáculos y derribando al Goliat de la fatalidad con la certera honda de tu "voluntad davidiana".
Hay aspirantes al estrellato que se estrellan por el camino, tropezando en sus propios complejos.
Otros, como el astro argentino, hacen de su capa un sayo para conquistar el firmamento, adonde sólo llega...
uno, él, el más grande, por derecho propio.
Riqueza ganada a pulso
Ahora la estrella del #Barca nada en la abundancia, desde luego, se lo merece, se ha ganado con creces hasta la última moneda.
Pero lo más importante es reconocer sus méritos humanos, que sigue poniendo de manifiesto hoy en día, como el detalle que ha tenido recientemente con Lautaro, un niño con parálisis cerebral.
¡Gracias, Leo, por ser como eres! ¡Gracias, campeón!
Y por hacernos soñar cuando atrapas el balón entre tus botas de flautista de Hamelin y nos hechizas con tu característico eslalon de regates imposibles, hurtándote al acoso del equipo contrario, que asiste impotente a tus virguerías de ensueño.