Joaquín Pereyra, cónsul español en Burdeos, se encontraba en el cementerio de esta ciudad francesa. Se personó en la tumba de Francisco de Goya, famoso pintor aragonés por obras como Los fusilamientos del 3 de mayo o las integrantes Pinturas negras.

El artista estaba enterrado en Burdeos junto a su consuegro Martín Miguel de Goicoechea. Tras ver el mausoleo, Joaquín Pereyra inició los trámites para repatriar a España los cuerpos de ambas personas.

Sin embargo, la sorpresa se adueñó del diplomático en el momento de exhumar los restos del artista.

Había huesos, polvo...¡Pero la cabeza de Goya no estaba!

La cabeza de Goya, en paradero desconocido

Los restos de Goya volvieron a España y se conservan en la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid. Pero la cabeza del genio de la pintura jamás se ha encontrado y a día de hoy se desconoce cuál es su paradero.

Se ha especulado que el mausoleo francés que albergaba la tumba de Goya fue saqueado, y su cráneo fuera robado. Hay que tener en cuenta que en el siglo estaba de moda la frenología, una disciplina que pretendía conocer la personalidad de una persona a través de la forma del cráneo. De este modo, nada más ser enterrado, el cadáver pudo ser asaltado por algún individuo que se dedicara a estos menesteres.

Incluso, se va más allá y se menciona un vínculo de amistad entre el pintor y un reconocido frenólogo llamado Jule Laffargue.

Algunas referencias, como Victoria González en Muy Historia, apuntan la posibilidad de que Laffargue hubiera cortado la cabeza de Goya tras su muerte y así avanzar en sus estudios.

¿La cabeza de Goya se la comió un perro?

Otras teorías señalan que su rastro se pierde en Salamanca. Esta hipótesis nace del cuadro de Dionisio Fierro de un cráneo donde aparece la siguiente inscripción: "El cráneo de Goya pintado por Fierros en 1849".

Según Victoria González, el nieto de Fierros presumía de que su abuelo tenía la calavera del ilustre artista en Salamanca, ciudad donde se había mudado la familia. Sin embargo, el nieto nunca la llegaría a ver, pues un perro ( un mastín, para dar más señas) acabó con su existencia. Por tanto, el cráneo de uno de los grandes referentes de la pintura española del siglo XIX desaparecería para siempre.

Aun así, no existe ninguna prueba de dónde pudo ir a parar la cabeza de Goya, donde ya no se sabe qué es realidad y qué es fantasía, pero crea una trama fascinante. Porque, como diría él mismo, "la fantasía aislada de la razón solo produce monstruos imposibles; pero unida a ella, es la madre del arte y fuente de sus deseos".