Hay una historia escrita de cada uno
El guion de la vida de las personas, a veces, pasa por un bloqueo creativo en la emoción y no existe interés por el trabajo, la pareja, entre otros.
En el día a día, en medio de esa cotidianidad, las dificultades excluyen el efecto sorpresa y a veces una persona se queda estacionada en los conflictos. Es como si el acto uno, de Syd Field, fue solo un reflejo donde se vio al personaje principal en una forma pasajera. Su pasado dejó experiencias y enseñanzas, pero la diversión o la chispa se quedaron ocultas ahí, en algún lugar.
El punto de transición al acto dos es un grito desesperado por escapar. Sin embargo, los conflictos del punto medio se incrementan. Las relaciones con su pareja actual o son aburridas o tienen peleas continúas. Su trabajo es monótono o no hay satisfacción alguna. En este proceso la confrontación se apodera de la trama, pero el clímax no aumenta, simplemente conduce al protagonista a una crisis pasiva, donde la acción no se hace presente.
En el segundo punto de transición, aparece otro personaje, el o la amante que se convierte en ese escape que permite huir de la realidad y de los problemas. Juntos crean un mundo de fantasía y ficción, donde los dos protagonistas empiezan a escribir su propia historia.
Definen ambientes, escenarios y el clímax se incrementa con rapidez por los secretos, el misterio y la pasión.
Las acciones se configuran en varios géneros cinematográficos: el drama de lo oculto, el romance por la nueva ilusión y su proceso de conquista, donde la luna de miel continua es la clave, llevando lo romántico a lo erótico; la acción en cada riesgo de ser descubierto, las llamadas secretas, los mensajes borrados, los lugares escondidos, que además se encuentra también con el suspenso; como las estrategias de los amantes más ingeniosos.
La aventura al descubrir siempre cosas nuevas y exóticas; y la comedia que surge por la personalidad de los protagonistas y su actuación exagerada a causa de la baja racionalidad y alta emocionalidad.
El acto tres se apropia de todo el nudo narrativo
Lo lineal del acto uno y dos es inadvertido. La tensión no se basa en el conflicto, sino en la explosión de emociones.
En este punto se conoce a los protagonistas a fondo, sus miedos y deseos surgen. En medio de esa diversión y locura, deben empezar a tomar decisiones para llegar a una resolución.
Muchos no lo hacen y convierten al acto tres en un sinfín. Otros deciden terminar con la fantasía y volver a la realidad cuando piensan que el mundo construido hasta ese momento es valioso como para arriesgarlo por una ficción. Otros toman el acto tres como una refrescante motivación, un momento importante y necesario, que causó efecto positivo, pero que debe terminarse. Otros quedan inmersos en este acto, solo que cambian de co-protagonista cada cierto tiempo del rodaje, para no caer en el mismo círculo del acto dos, como algunos casos en MYHYV.