Desde que los virus fueron descubiertos a finales del siglo XIX ha parecido existir un consenso acerca de no considerar Vida a estas estructuras. Sin embargo, cada vez más, surgen voces que esgrimen argumentos en contra de esta opinión. En las últimas décadas, numerosos descubrimientos alrededor de la diversidad vírica, así como de sus procesos genéticos y metabólicos han difuminado aún más las barreras entre organismos víricos y celulares.
Por qué considerar vivos a los virus
En primer lugar, hablando de procesos, los virus son capaces de reproducirse y evolucionar.
Existen, de hecho, numerosas familias de virus, cuyos integrantes han evolucionado desde un mismo origen. Además, son metabólicamente activos, aunque sólo cuando han infectado a una célula. A un nivel estructural, poseen genomas formados por ácidos nucleicos idénticos a los celulares.
Hace alrededor de una década, un descubrimiento rompió reavivó el debate: el de los virus gigantes, de la mano de Claverie y Raoult, investigadores del CNRS, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia, en 2003. Estos virus poseen un genoma enorme, y un tamaño superior al de algunas bacterias. Entre la gran cantidad de genes que poseen, 4 de ellos están involucrados en la reparación y la replicación del genoma.
Tanto el código genético como la estructura de estos virus acortan aún más las distancias entre virus y células.
Recientemente se ha observado que los virus son capaces de “enfermar”. Koonin, del Centro Nacional de Investigaciones Biotecnológicas, en Washington, junto a Raoult, descubrieron un pequeño virus junto a uno de estos gigantes.
Este virus, al que llamaron Sputnik, era capaz de infectar a otros. Cuando esto ocurría, las partículas víricas que producían los virus infectados aparecían en menor número y deformadas, haciendo la replicación menos efectiva. Esta infección similar a la que ocurre entre un virus y una bacteria, lo que ha permitido a estos investigadores argumentar la cercanía entre ambos grupos.
Las múltiples razones en contra
Sin embargo, muchos investigadores son aún capaces de esgrimir argumentos en contra la concepción de los virus como estructuras vivas. Purificación López-García y David Moreira, colegas de Claverie en el CNRS, han publicado varios trabajos en los que exponen y desarrollan numerosas razones por la cual los virus no deberían ser incluidos en el árbol de la vida.
Estas razones pueden englobarse en varias ideas. En primer lugar, discuten que los virus evolucionen por sí mismos. Exponen que en realidad “son evolucionados” por las células por las que parasitan, al ser estas quienes ponen la mayor parte de la maquinaria replicativa. Algo parecido ocurre con el metabolismo del carbono y energético que son posibles solo gracias a las estructuras celulares.
Además, la mayor parte de los genes que poseen los virus han sido “robados” de los genomas celulares.
Respecto a la replicación, mientras que las células se reproducen por división celular, lo virus aparecen dentro de las células en gran cantidad, proceso que es comparado con el crecimiento autónomo de los cristales. En definitiva, en un mundo con unos procesos y unas estructuras biológicas tan complejas como el que habitamos, donde cada descubrimiento pone en duda alguno de los conceptos que tenemos sobre el mundo natural se hace difícil mantener las definiciones clásicas.
Los límites se hacen cada vez más difusos y hace falta entender que ideas son solo construcciones que hemos realizado para comprender mejor nuestra realidad. Quizá no quepa preguntarse qué es la vida, sino qué queremos que sea la vida.