En un mundo donde más de la mitad de la población mundial reside en entornos urbanos, y en donde esos entornos se encuentran cada más contaminados, se hace necesaria la búsqueda de nuevos modelos de ciudades que aseguren una mejora ambiental y en la calidad de vida de los habitantes de dichas ciudades. En esta línea se centra el trabajo realizado por investigadores de centros como el de la Universidad Autónoma de Barcelona o el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz.

Problemas más allá de la contaminación

Aunque hoy en día se puede leer o escuchar sobre protocolos anticontaminación como el de la ciudad de Madrid, lo cierto es que estas zonas representan problemas para el medio más allá de la emisión de gases.

Las estructuras urbanas suponen una interrupción en la continuidad de los parajes naturales con graves consecuencias para multitud de procesos ecológicos. El balance hídrico se ve afectado, pues la entrada de agua en las ciudades se da a través de la lluvia o por redes de abastecimiento y hacen su recorrido por tejados y suelos hasta las alcantarillas, sin apenas infiltración en los suelos y arrastrando agentes contaminantes con ella, reduciendo la calidad de los terrenos de los núcleos urbanos y las poblaciones de peces e invertebrados que puedan vivir en esas aguas una vez salgan de las ciudades.

Los suelos sufren, tanto por el agua, como por los residuos y desperdicios generados. En zonas muy pobladas, el pisoteo de las personas afecta a la cobertura herbácea y a la compactación del suelo, reduciendo, una vez más, la infiltración de agua en los suelos.

También es destacable la pérdida de biodiversidad, no sólo por las propias infraestructuras y la eliminación sistemática de especies en los núcleos urbanos. Carreteras, tendidos eléctricos y demás construcciones llegan a afectar a poblaciones inicialmente alejadas de los centros urbanos a los que abastecen. Además del peligro físico que suponen para las especies animales, estas construcciones interrumpen la conectividad de las poblaciones biológicas, es decir, la posibilidad de que los individuos de las distintas poblaciones entren en contacto entre sí para favorecer el intercambio genético.

Esto también afecta a procesos tan importantes como la polinización.

Las ciudades como elementos naturales

Intentar poner remedio no es tarea fácil. Las medidas que se tomen deben reducir el impacto de las amenazas descritas, pero también convertir las ciudades en un ecosistema más, que no destruyan ni aíslen a los agentes ecológicos de su alrededor, que estén en equilibrio con estos y que mantengan en sí mismas los ciclos biológicos naturales.

Un paso de gran importancia son las acciones para mejorar y optimizar el uso de energía. Esto puede traducirse en un ahorro y eficiencia de consumo o autosuficiencia energética. Por supuesto, es prioritario trabajar sobre la emisión de gases, no sólo reduciéndola, sino también con zonas verdes que asimilen el carbono, recuperando zonas boscosas o creando fachadas y tejados verdes. Esta revegetación ayudaría también a recuperar la calidad de los suelos y la conectividad de las especies.

También es necesario actuar sobre la gestión de las aguas, mejorando el proceso de depuración y regulando el flujo de la misma por la ciudad, a través de cunetas verdes por las que pueda circular y usando estanques y humedales de retención para recibirla y filtrar partículas y sedimentos contaminantes.