Damos por hecho que los humanos, con la evolución, vamos progresando, es decir, que somos física y mentalmente mejores que nuestros predecesores. Sin embargo, algunas investigaciones sugieren lo contrario. Sorprendentemente, varios científicos han concluido que nuestro cuerpo y nuestra capacidad mental se han ido deteriorando a lo largo de miles y miles de años. ¿La principal razón? la degradación del genoma humano.
Una polémica investigación, llevada a cabo por el Dr. John Sanford de la Universidad de Cornell y otros expertos, demostraría que nuestros antepasados eran más grandes, más fuertes y más inteligentes.
Ello se debería a que a lo largo de la evolución vamos acumulando errores en nuestro genoma:
Nuestros genes contienen decenas de miles de mutaciones, la mayoría dañinas. Parte de estos errores (al menos 100, según los científicos) se trasmitirían a las siguientes generaciones que, a su vez, generarían nuevos errores.
Sanford y otros científicos que respaldan su teoría afirman que la acumulación de mutaciones dañinas nos conduciría a una condición genética llamada “crisis mutacional” (mutational meltdown). Si esta hipótesis fuera cierta, los humanos estaríamos condenados a extinguirnos.
Otras investigaciones realizadas en la Universidad de Cambridge demuestran que los humanos somos cada vez más pequeños.
El estudio examinó esqueletos que databan desde 5300 a.C. hasta 850 d.C., un intervalo de tiempo de 6150 años. Luego, examinaron los huesos de estudiantes universitarios y los compararon con los antiguos esqueletos. Los resultados arrojaron que, actualmente, los humanos somos un 10% más pequeños que nuestros antepasados cazadores-recolectores.
Estas afirmaciones contradicen la idea comúnmente aceptada de que los seres humanos somos cada vez más altos, una creencia errónea basada en datos muy recientes que no reflejarían la tendencia general de la evolución humana.
Sin embargo, para nuestra desgracia, la estatura no es lo único que perderíamos... también nuestra capacidad mental.
Tal y como explica Sanford en su libro “Genetic Entropy and The Mistery of the Genome”, la razón principal de esta pérdida sería el deterioro irreversible de nuestros genes.
Teniendo en cuenta los avances de la medicina y la tecnología, a muchos les costará creer que con la evolución nuestros genes empeoran. Sin embargo, los científicos lo tienen muy claro: la culpa de todo, dicen, la tienen la agricultura y el sedentarismo, que conllevan dietas restringidas y urbanización, factores que han comprometido nuestra salud y han impulsado la propagación de la enfermedad.