Cuando uno visita Barcelona ve una ciudad abierta al visitante, término que lo diferencia del turista más acostumbrado a otros tipos de experiencias. Te puedes adentrar en la capital y ver que, una vez adentro de ella, hay muchas Barcelonas, y una de ellas es la cultural, en la que te puedes encontrar con artistas con inquietudes tan interesantes como necesarias.

Y hay sitios donde poder ver a esa gente desarrollar dichas inquietudes artísticas. Un sitio de estos es o más bien era el Club Cronopios.

La cultura en el Raval

Alojado en pleno Raval, el barrio mestizo por excelencia de Barcelona, esa aldea gala que intenta resistirse a la especulación inmobiliaria, ha ya pasado por este trance, cuando el año pasado dos lugares emblemáticos de la cultura y la música como eran el Gipsy Lou o El Arco de la Virgen cerraban y por consiguiente sus actividades culturales también.

Sitios que por sus condiciones naturales y por las exigencias desde los organismos oficiales, tuvieron que plegarse a ellos poniendo punto y final a su existencia.

Esa putrefacción que se llama gentrificación que se está cargando las ciudades.

Ahora le ha pasado a un sitio tan emblemático como el Club Cronopios. El año pasado reabrió tras un tiempo cerrado ya que tuvo que acometer obras para poder afrontar sus actividades, debido a las quejas vecinales por el ruido que ocasionaban durante los Open Mics y otras veladas en horarios de especial sensibilidad vecinal. Tras la remodelación, apostaron más por lo acústico en lo musical, cesando aquellas que pudieran ocasionar molestias a los vecinos y problemas posteriores y redobló en su programación su esencia más cronopia.

Asistir a una de sus veladas poéticas y escuchar a sus poetas era como diría un amigo mío, terapéutico, de igual manera que leer un libro o escuchar un buen disco no sanea la mente y el espíritu.

El sano ambiente que se respiraba allí durante dichas noches culturales de la mano de gente como Ramón Buj, la verborrea de el Vizconde de Grenoble, la sabiduría de Joan González Guardiola y otros artistas, hacían que uno saliera siempre enriquecido de alguna manera del local.

Víctimas de la gentrificación

Ahora en palabras de ellos, una fuerte subida del alquiler, motivada, en palabras de la casera por el mercado, ha ocasionado que tengan que cerrar y por lo tanto cesar su actividad.

Allí como cantante y guitarrista de Bakinbardi dimos algunos de nuestros primeros pasos en una aventura rockera que cumple cuatro años y que presenté por primera vez allí.

Lamento no haber ido más veces, sobre todo ahora que ya no estará y no haber vivido enfrente o en mi querida calle Joaquim Costa, para bajar a tomarme una cerveza y disfrutar de las ocurrencias de su gente.

Me imagino y espero equivocarme que en poco tiempo habrá una franquicia o vaya usted a saber, pero no creo que haya una apuesta por la cultura y el buen ambiente que había en el Club Cronopios.

Salut