El saber popular dice que es muy sano tomar una copa de vino al día. Es muy habitual ver a nuestros jubilados degustando una deliciosa tapa acompañada de su inseparable catavinos en nuestros bares, ¿tiene esto más de tradición o de ciencia? La respuesta es, un poco de cada. Los estudios han demostrado que los adultos que beben cantidades pequeñas o moderadas de alcohol tienen menos probabilidad de padecer una cardiopatía que aquellos que no beben en lo absoluto o que son bebedores empedernidos.

Los científicos han comprobado cómo una pequeña dosis de vino tinto diaria permite beneficiarnos de ciertas propiedades únicas para nuestro metabolismo, tanto a nivel de prevención de enfermedades como cardiovascular.

Al igual que la cerveza, el vino tinto posee propiedades antioxidantes que incrementan nuestros niveles de lipoproteínas de alta densidad en la sangre, protegiéndonos también del temido colesterol que tantas vidas se cobran cada año en los países desarrollados.

Por otro lado, son curiosas las capacidades para reducir alergias que aporta este manjar, su acción antibacteriana funciona como un antihistamínico natural. Al actuar, bloquea la acción de la histamina en las reacciones alérgicas, a través del bloqueo de sus receptores. Otro de los más reconocidos beneficios para la salud son la mejora de la salud de la piel, pues la acción antioxidante de los polifenoles del vino es efectiva contra los radicales libres del oxígeno (RLO), causantes tanto del envejecimiento como de otras patologías que afectan al organismo, incluidas aquéllas que afectan al sistema cardiovascular y determinadas patologías oncológicas.

Para terminar, además de librar de trabajo a nuestro hígado, facilita la eliminación de grasa. Un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Oregón descubrió tras varios experimentos que el ácido elágico contenido en las uvas impide el crecimiento de las células de grasa existentes, la formación de nuevas y la mejora del procesamiento de los ácidos grasos.