No sólo los humanos somos tímidos, también, los árboles lo son.

Y, ¿cómo pueden serlo? Seguro que te habrás fijado alguna vez: bajo las capas de los árboles, nos encontramos con una serie de líneas de color azul, que se suelen entrelazar, de una manera muy extraña, lo que hace que los árboles puedan intercambiar las ramas que van a surgir de los troncos. Todo esto da un panorama surrealista, que nos da la imagen de que los árboles están diseñados para poder mantenerse separados, respentando la distancia entre unos y otros. Este hecho tiene una explicación científica y, sorprendentemente, se ha bautizado con un término como es él de "tímidez".

Sin duda, estamos ante uno de las historias más bonitas dentro del mundo de la botánica. Y, ¿qué es la tímidez, desde el punto de vista de la botánica? Es el fenómeno en el que, cierto tipo de árboles se mantienen alejados entre sí, respetando una distancia que se conoce como "grieta de timidez". Los expertos dicen que estamos ante una clara alelopatía, o sea, un fenómeno natural que tiene lugar, ya que unas especies se van a imponer a otras, a causa de su propia existencia o crecimiento. O sea, es una influencia de un organismo sobre otro, de manera externa. En inglés, también, se conoce como "canopyal sensagement" o "crow shyness", que se podría traducir como "copas tímidas".

A pesar de la belleza que posee el entrelazado de las ramas, no hay un estudio profundo sobre estos fenómenos.

Y, nos encontramos con una serie de teorías, que intentan dar una respuesta sobre el origen de la misma. La teoría que siguen más expertos dice que las ramas de los árboles, que están en contra una de otras, se podrían ver dañadas en el momento de una tormenta o se podrían ver acosadas por una racha de viento. El espacio vacío que hay entre un árbol y otro, surgiría al vivir un shock esterno y tener que sobrevivir.

O sea, sería un equilibrio natural ante las fuerzas de fricción, de contacto. Esta teoría es la que se apoya en la causa de abrasión, a causa de la fricción propia del contacto entre varias ramas, lo que dañaría los tejidos y podría limitar el crecimiento de los mismos.

También se sabe que gracias a los fotoreceptores, los árboles (y otras plantas) intentan evitar a sus vecinos, para intentar beneficiarse de la mayor cantidad posible de sol posible. En resumen, la belleza que son capaces de dibujar los árboles es, en realidad, fruto de la necesidad de repartirse la luz entre los árboles, por la competición a la hora de sobrevivir.