Se decía allá por los años ochenta que en un futuro lejano (en solo dos décadas el fenómeno ha eclosionado) la tecnología dominaría el mundo y las personas que habitamos en él seríamos parte del proceso. Parte de la profecía se ha cumplido, pero notablemente hemos contribuido a crear una amalgama de información de la que hoy día se lucran tanto estados como empresas.
Precedentes
Todo empezó hace aproximadamente 10 años en nuestros navegadores aparecían las llamadas COOKIES, que no son otra cosa que "las galletitas" que almacenan nuestro rastro en la web.
Inocentemente estas "galletas" nos pedían que si, por imperativo legal europeo, accedemos a dejarles hacer su trabajo con nuestro consentimiento. Dicho esto es absurdo negar que todos accedemos por la mera razón de que nos dificulta una buena experiencia de usuario en nuestro rato de navegación.
El Negocio
Para mi sorpresa, tras navegar por una página en la que compro habitualmente artículos diversos me aparece en un banner ese artículo. ¿Sospechoso verdad? puede serlo pero no tanto cuando nos reimplantan y hemos accedido a que nos lo hagan mediante esa cookie, que posteriormente se convertirá en una ruleta programática que nos lanzará propaganda de nuestro interés a cada sitio web que visitemos.
Admitamos, también, que sin publicidad no se puede sostener (casi)nada hoy día. Ya sea Spotify cuando no tenemos premium, el propio Marca y sus lecturas horribles, la TDT y un largo etc.
Hasta aquí digamos que todo es "normal". ¿Qué nos debe preocupar a raíz de los ciberataques en empresas españolas como Everis o Telefónica (más conocido como Wanna Cry), el último escándalo reputacional de Facebook o las interferencias rusas en las elecciones americanas y catalanas?
Todas tienen un nexo común, los datos y la manipulación que se hace en base a ellos.
El marketing digital ha generado que las empresas tengan nuevos canales y estrategias para intelectual con los clientes potenciales y establecer vínculos que antes eran imposibles. Pero el lado oscuro de toda la revolución digital no es otro que vender nuestros datos y una exposición pública alarmante.
Somos el producto perfecto para Google, Facebook y toda aquella plataforma que entendemos por GRATIS. Las propias redes sociales se nutren del contenido que generamos, que con complejos algoritmos matemáticos despejan todo tipo de incógnitas sobre nuestro rastro digital.
Como dice el refrán, en esta vida nada es gratis o nadie da duros a tres pesetas. Es por ello que se debe extremar la precaución desde lo más básico, desde nuestras contraseñas en los diversos dispositivos hasta nuestra exposición en las redes sociales y en internet. Porque...¿no dejaríamos la alarma apagada al salir de casa o las llaves puestas en el pomo de la puerta?