Ahora que estamos rememorando el nefasto día del comienzo de la Guerra Civil,varios medios de comunicación recuerdan lo que originó su manera de ver la vida y que aplicó de manera tan terrible a sus conciudadanos, sobre todo a los que no eran como ellos. Y tuvo un ideólogo: el doctor en Psiquiatría Antonio Vallejo-Nágera, padre del psiquiatra fallecido en 1991.
Nos acordamos de que hace años, una monja, Sor María, recientemente fallecida, fue acusada de haber robado Niños a sus madres durante el franquismo sin ningún escrúpulo. Y que formaba parte de una red que hacía esto hasta 1981, seis años después de la muerte del dictador.
Luego, Antena 3 TV emitió una serie inspirada en aquellos hechos, Sin identidad, con Blanca Portillo encarnando a una siniestra monja, cruce entre la señora Danvers de Rebeca y la madre de Norman Bates en Psicosis, que robó a la protagonista de su madre siendo un bebé.
Pues el doctor Vallejo-Nágera, amigo de Franco, en 1937 ideó lo que sería la base misma del Régimen cuando ganaran la guerra: basándose en postulados de sus conocimientos de Psiquiatría, ir erradicando de la sociedad española a gente que fuera “demócrata o marxista”, basándose en las teorías racistas del nazismo, al cual admiraba el doctor, con el título “Diseño de la nueva raza española”, en un libro voluminoso. Aunque él reconocía que una “raza pura” era imposible en España, debido a su mezcla con toda clase de razas en el pasado, creían conseguirlo con un control férreo de costumbres, creencias y demás actitudes, más propias del Gran Hermano de Orwell.
La retahíla utilizada por el doctor, en el más puro lenguaje rimbombante de la época, incluía relaciones entre ser marxista y ser enfermo mental, relacionando toda clase de crímenes de la época con ser de izquierdas, como el de la mujer que mató a su hija, a la que tuvo para que fuera defensora de la mujer, por apartarse de sus deseos.
Por no hablar de que negaba a la Mujer en general toda posibilidad de vivir por sí misma, de mandar y de no ser más que esposa y madre. Así descalificaba él a quien no fuera como los franquistas: “El simplismo del ideario marxista y la igualdad social favorece su asimilación por los deficientes mentales, que hallan en los bienes materiales que ofrecen el Comunismo y la Democracia la satisfacción de las más bajas apetencias humanas”.
Aparte lo de quitar sus hijos a las republicanas y dárselos a familias franquistas.
Varios prisioneros de guerra, entre ellos republicanos españoles y miembros de las Brigadas Internacionales, dieron testimonio de cómo fueron utilizados por el doctor de manera humillante para demostrar sus teorías. Bob Doyle fue uno de ellos: “Después de interrogarme, uno de ellos me tomó medidas mientras el otro iba anotando en un cuaderno. Lo único que entendí de lo que estaba escribiendo era algo parecido a ‘atleten’; lo interpreté como que yo era ‘atlético’. Luego, me fotografiaron desnudo. El objetivo era demostrar que todos nosotros éramos infrahumanos”. Algo que recuerda lo que oímos decir después a supervivientes de los campos de concentración nazis en el Juicio de Nüremberg.
Los consejos que el doctor daba para la nueva España incluían la vuelta de la Inquisición, aunque por suerte no se le hizo caso. También influyeron en decretar por Ley que el marido tenía derecho a matar a su mujer si ella era adúltera y no ir a la cárcel, y que el adulterio fuera delito. Ello no se derogó hasta 1965 y 1975, respectivamente.