Lo venimos diciendo desde hace tiempo. No, no todo vale para conseguir audiencia. Existen límites. Por un lado los del buen gusto y por otro, todos aquellos que puedan comprometer la salud o el pan de quienes forman parte de sus shows.

Algo que sucedía en la última emisión semanal del programa de corazón decano de la televisión en España de la mano de su colaborador con "o" mejor pagado como es Kiko Hernández y de otra de las históricas del programa como es Lydia Lozano.

Lamentable escena en Sálvame

El capítulo era de lo más esperpéntico. Porque los que vienen siguiendo este espacio desde hace más de un año sabrán que no han sido pocas las veces en las que se ha especulado en directo sobre la continuidad o la rescisión del contrato de la periodista protagonista de esta historia.

Algo que esta reconocía le ha generado ansiedad y momento muy complicados tanto dentro como fuera de los pasillos de Mediaset España.

Pues bien, en este contexto, y quién sabe si porque como muchos le acusan a Lydia hace tiempo que no llega al plató con una exclusiva que justifique su sueldo, el programa le preparaba una encerrona que venía firmada por el ex concursante de Gran Hermano.

Porque el colaborador más lenguaraz del programa, del que todos saben lo tremendamente vanidoso que es, se ofreció para raparse la cabeza en directo si eso suponía, en ese mismo momento, que su compañera dejase de ir cuatro días a la semana a ir solo uno.

En ese mismo momento la dirección aceptaba el trato propuesto por el madrileño y le preguntaba si estaba dispuesto a ser rapado en medio del plató por el estilista del programa.

Este decía que sí y le colocaban la silla de peluquería, el babero y llegaba el peluquero con la máquina. Como era de esperar, la protagonista involuntaria de toda esta historia, perdía los papeles y rompía a llorar desconsoladamente.

Lozano, al borde de un ataque de nervios

Era justo en el momento en el que, ya con la máquina encendida, le tocaba la nuca, cuando Hernández mandaba parar la operación "despido" de Lozano y se acercaba a ella para decirle que, él, por su forma de ser, jamás jugaría con el pan de un compañero.

Algo que debía tener en cuenta.

Lydia no perdería su silla durante cuatro días a la semana, pero sí algún año de vida, tras comprobarse lo cerca que estuvo de sufrir un ataque de nervios. La perfomance fue tan grotesca como innecesaria. Tanto que algunos en las redes sociales no dudaron en calificar lo vivido como lo más parecido a "bullying" que habían visto desde hacía tiempo. Lamentable.