Fuera de Cataluña apenas era conocido, pero inspiró a la gente que le conoció y hoy asume con orgullo su legado. El actor y cómico Joan Camprubí i Alemany, conocido por Joan capri (1917-2000), el del pelo blanco y la perilla blanca de chivo tan suya, hoy hubiera cumplido 100 años. La prensa catalana le dedica artículos de homenaje y, desde la década de 1960, empezó a tener éxito con unos monólogos sobre la vida en general (la censura franquista no permitía críticas políticas). Con su voz aguda y en un catalán trufado de coloquialismos de su tiempo, desgranaba muchos temas que le preocupaban.

Eso sí, con textos escritos por terceros, pero que él sabía hacerlos suyos.

Joan Capri y su pesimismo humorístico en disco y casete

Casi siempre solo, otras veces con algún actor o actriz que le secundaban, hacía aquellos monólogos, de un humor muy catalán, que eran grabados en disco o en casete. Su voz siempre suena angustiada, repitiendo sin cesar la frase ¡Mare de Déu! si algo le horrorizaba. Se ganó el apodo de català emprenyat (catalán cabreado), al expresar tan bien las frustraciones del catalán medio. Este cronista tiene uno de aquellos casetes, y de ellos me hizo mucha gracia su descripción sobre una foto de la Primera Comunión:

“Como éramos pobres, no tenía uniforme completo de marinero, no me cabían los pantalones y me dieron los de un pariente que hizo la mili y, así era, mitad Marina y mitad Infantería.

(…) El ruido del magnesio al hacer la foto fue tan fuerte, tan potente, que mi tía Eufrasia murió, y aparte las estampas de Primera Comunión, repartí estampas de Funeral”.

También hizo obras teatrales, trabajó como actor en algunas películas, como “Padre Pitillo”, donde tenía un papel secundario hablando un acento extremeño o algo así.

Pero en 1979, cuando la producción televisiva en catalán estaba en TVE y faltaban cuatro años para la llegada de TV3, llegó la serie cómica que le consagraría: “Doctor Caparrós, Medicina General”, que luego tuvo su secuela, “Doctor Caparrós, metge de poble” (Doctor Caparrós, médico de pueblo), donde era un médico con unos pacientes peculiares, unos ayudantes que le metía en líos y todo ello mostrado en un estilo de humor blanco, inofensivo y entrañable.

Aquí también tenía de vez en cuando una escena con un monólogo interior, y hay uno que expresaba magistralmente su profesión en la ficción: “Si yo fuese un médico del cine o la televisión, ya le habría hecho un niño a la Numancia [mi secretaria], mi mujer se entendería con un ex paciente mío y mi sobrino [que estudia Medicina] sería de la ‘Acera de Enfrente’. Se hablaría mucho de mí y sería muy famoso”.

Con los años y la edad, de vez en cuando seguía haciendo cosas, pero cada vez menos. Un año recibió una Medalla de la Generalitat a toda su carrera y un merecido homenaje. En Internet se pueden encontrar grabaciones de sus monólogos, fragmentos de la serie antes mencionada e incluso vídeos con la sincronización de sus monólogos en escenas de películas famosas, como uno de Kevin Costner en “JFK caso abierto” de Oliver Stone, expresándose con la voz característica del maestro.

Su mejor discípulo, Buenafuente

Andreu Buenafuente es quien más reivindica a Capri como su maestro, en un artículo suyo aparecido en El Periódico de Catalunya. El padre del showman le decía: “Mira a este hombre, a Capri, es el mejor”. En sus últimos años de vida, su hijo Manel le dijo al propio Buenafuente: “Si mi padre tuviera ganas de reír, se reiría contigo”. El actor Joan Pera, la voz española y catalana de Woody Allen, tuvo su primer papel importante en “Doctor Caparrós”, como el sobrino del médico.

La influencia de Joan Capri en la sociedad catalana de su tiempo fue enorme, igual, aunque con otro estilo, que tuvieron cómicos como el francés Louis De Funès o el italiano Totò en sus países, capaces, como Capri, de crearse un personaje tipo para sus interpretaciones en cine, teatro y televisión, y que tampoco hayan sido olvidados por sus compatriotas, pese a los muchos años que han pasado de sus muertes. Capri fue el que más tarde nos dejó.