Cuando Elvis Presley acababa sus actuaciones en directo, los locutores y coristas se dirigían al público para disuadirles de perseguirle con la frase: "Elvis has just left the building" (Elvis ha abandonado el edificio). Pues bien, quién lo ha hecho en esta ocasión es Daniel Day-Lewis y ya no le podremos seguir porque en este caso parece que es para siempre.
El actor más selectivo
Si no hubiera avisado ayer de su definitiva retirada, no nos hubiéramos dado cuenta. No por su buen hacer, sino por su poco prolífica carrera, en la que ha seleccionado con detenimiento todos sus papeles, estando apartado incluso años por la falta de interés que le proporcionaban las ofertas que le llegaban de trabajo.
Algo muy loable en comparación con lo que han hecho otras estrellas de la interpretación como Robert De Niro, Al Pacino o Jack Nicholson, por poner algunos ejemplos, quienes han acumulado películas entre mediocres y directamente malas, sus últimos años de profesión. Probablemente, Kevin Spacey haya sido el actor más parecido en cuanto a no intentar enriquecerse aceptando papeles "solo por la pasta" y elegir proyectos más dignos.
Pero no solo por eso tenemos que elogiarle, en realidad es lo de menos. Lo de más es su profundo compromiso con sus inigualables encarnaciones que la hacen ser único. Esa personalidad a raudales que mostraban entremezcladas una gran dureza y sensibilidad en el cuerpo de un larguirucho irlandés de casi 1'90.
La transformación entre un papel y otro ha sido digno de elogios y admiración en la crítica y el público convirtiendo en toda una expectación cada vez que se confirmaba su participación en una nueva película.
A finales de los 90, cansado de la farándula que le perseguía después de su divorcio de la muy famosa actriz francesa Isabelle Adjani, se fue a Florencia para dedicarse a ser zapatero.
Este hecho, lejos de ser un rumor, fue confirmado a base de fotos, en las que se evidenciaba que su vida no dependía de la fama y que su profesión no era el epicentro de su vida, pero que le hizo ganarse una gran fama de excéntrico.
Es el único actor que ha ganado tres Oscar a la mejor interpretación masculina protagonista
Y esto no le convierte en mejor actor, pero sí en una tabla de probabilidades calculamos a base de las poco prolíficas participaciones en largometrajes, hace pensar que no es solo adoración por parte de las élites del Cine lo que tenía este actor.
El primero lo consiguió en 1989 por Mi pie izquierdo de su amigo Jim Sheridan en el que interpretaba al pintor Christy Brown aquejado de parálisis cerebral y superando los obstáculos (papel típico de premiar por la academia) pinta sus lienzos de la manera que anuncia el título del film. El segundo fue en 2007 por la muy interesante Pozos de Ambición de Paul Thomas Anderson en la un Daniel muy poco reconocible encarna a un magnate del petróleo entre más sombras que luces como si fuera un Charles Foster Kane 2.0. En 2012 recibe el tercero por Lincoln de Steven Spielberg, que no es una biografía al uso del primer presidente de la historia de los EE.UU., sino que se centra en su lucha contra la esclavitud ofreciendo un acento y unas maneras muy alejadas de aquel joven irlandés de sus primeras películas.
Otras películas
Sin embargo todos le recordaremos más por otras dos películas de Jim Sheridan como son En el nombre del padre y The Boxer, alegatos a favor de la paz en el conflicto británico-irlandés con el IRA de por medio. Dos películas muy valientes en las que Day-Lewis ofrecía en su justa medida grandes recitales interpretativos.
Son pocos los papeles pero hay que intentar recordar los mejores. Es El último Mohicano en la película de Michael Mann, un papel muy por encima de la calidad de la película. Algo que por ponerle algún pero, le ha sucedido bastante en su carrera, como en El Crisol, la fallida adaptación de Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, el insultante remake de 8 1/2 en forma de musical llamado Nine o la película dirigida por su actual pareja, la actriz Rebecca Miller (hija del gran Arthur Miller, genialidad en familia) La balada de Jack & Rose.
Trabajó dos veces con Martin Scorsese en La edad de la inocencia y en Gangs of New York, su esperado retorno después de su exilio en Florencia donde impresionó encarnando a un proto-gánster psicópata llamado "Bill el carnicero". Y desde luego siempre nos acordaremos del papel que le dio fama internacional en 1985 cuando era un joven y prometedor actor con Mi hermosa lavandería donde tuvo el coraje y el talento de encarnar a un homosexual (en una época donde no era común hacerlo) punky que sufre una sorprendente transformación a lo largo del film de Stephen Frears.
En fin, tocayo, muchos esperamos que tu adiós no sea definitivo, pero se entiende tu coherencia infinita a la hora de no dejarte cegar con las luces de neón de Hollywood y vivir tu vida. Por todo esto, gracias.