Actualmente, en Occidente existen muchos partidarios de la idea la "Madre Tierra", arraigada en una religión prehistórica olvidada y consagrada al culto de una todopoderosa diosa de la Tierra (gran madre). Esta concepción atrae a las feministas -por sus consecuencias antipatriarcales- y a los ecologistas -configurado a partir de la Naturaleza-.

A esa primera deidad se le atribuyó la creación del mundo a partir de ella y, por tanto, era adorada por las diferentes religiones primitivas. Las pruebas en las que se basa esta idea de la "Gran Madre" se encuentran en tallas prehistóricas y en pinturas rupestres.

Entre las tallas destacan las conocidas venus, que serían la plasmación de esa fertilidad femenina tan celebrada en épocas paleolíticas. Representaban a mujeres desnudas con los pechos muy marcados y con el vientre hinchado en claro signo de embarazo.

Con el Neolítico, la idea de la "Madre Tierra" se asentó con mayor firmeza, como así aseguran las excavaciones arqueológicas que se llevaron a cabo en Catal Hüyük (Turquía) y en las que se halló la figura de esa "Gran Madre Tierra" dando a luz mientras es rodeada por animales.

En Egipto, esta concepción se personificó en Isis, diosa de la maternidad y el nacimiento, que con su esposo y hermano Osiris (dios de la vegetación y de la agricultura) engendraron a Horus, considerado el iniciador de la civilización egipcia.

Los minoicos también adoraron a esa deidad que regía la Naturaleza a través de la construcción de santuarios en montañas, recintos vinculados a este tipo de cultos. En Grecia, la diosa Cibeles es la divinidad más próxima al concepto de diosa suprema de la Tierra. En Roma, fue conocida como Magna mater y su influencia fue de tal envergadura que muchas de las relaciones orgiásticas en este período se consagraban a esta deidad todopoderosa.

La figura de la "Madre Tierra" se trasladó también al cristianismo bajo la personificación de la Virgen, cuando en el Concilio de Éfeso (año 431) es declarada como "Madre de Dios".

Gregorio de Tours menciona que vio a unos campesinos galorromanos paseando una estatua parecida a la Virgen por unos campos de cultivo en una petición divina para mejorar las cosechas. San Bernardo extendió la idea de "Nuestra Señora", en clara alusión a esa diosa primigenia que desde tiempos prehistóricos fue relacionada con la creación de la Tierra y todos los seres vivos que habitan en ella.