adele abrió el “magno evento de la música” estadounidense, y rápidamente se pudo sentir su inconformidad. No tenía el sonido con el que sí contaron varios artistas de color que se presentaron ayer. No queremos sonar racistas, pero el dominio negro en la música gringa ya huele rancio.

Son más de diez años viendo a los mismos de siempre: Jay Z, Beyonce, Rihanna, Kanye y compañía. Todos, claro está, artistas fenomenales, pero todos encogollados de una forma grosera, excluyente y racista. El brazo artístico de los brothas’ ha sido productivo, pero todo esto se está convirtiendo en un asunto de “supremacía”.

Desde el inicio de los Grammys, Adele miraba hacia su izquierda como buscando a alguien que reparara el lío. Su error en el tributo a George Michael no fue el único momento incómodo de su “gran noche”. En su primera canción también se vio incómoda con los efectos de sonido en su línea vocal, la cual no estaba preparada a su gusto. No podemos decir lo mismo, por ejemplo, de The Weeknd, que tenía efectos hasta donde el sol no le entra. A partir de allí todo fue un patrón: muchos cantantes blancos tuvieron algún problema de sonido, fallas o niveles bajos en el volumen de sus micrófonos. ¿Casualidad?

Todo ocurrió la noche en que Adele iba a destronar al gran trabajo conceptual de Beyonce: Limonade.

A Metallica la dejaron mal

Mucho más notoria fue el fallo en el micrófono de James Hetfield, vocalista de Metallica. Al final de su presentación, se le pudo ver pateando el micrófono y tirando su guitarra con rabia. ¿Habrá pensado que todo fue parte de un saboteo? ¿Serán Sony y Universal haciendo de las suyas? En este punto es imposible dudar de los poderes oscuros que dominan la industria.

¡Y llegó Beyonce! De nuevo...

Teatral y cuasi perfecta… En el mismo espacio que parece estar reservado exclusivamente para ella. Sólo a ella se le permiten tantas consideraciones audiovisuales, sólo ella puede lanzarse más de 10 minutos en cada presentación. La que siempre está en la mitad de todos los eventos de música importantes en EE.UU.

Todo montado a la perfección, por más complejo que sea el acto. Otra vez las tomas de cámara más estrafalarias. ¿Alguien más está viendo lo que yo veo?

Y menos mal que todo ha salido a la perfección. Puesto que caerse de esa silla volteada, estando embarazada es un peligro enorme. Pero todo parece ser bien visto cuando Beyonce hace de las suyas en los escenarios ¡Ah, eso sí, Lady Gaga no puede traer unos kilos de más en el SuperBowl!

La realidad es que todo aquel que no fuese Beyonce o negro, tuvo alguna "fallo" de sonido en los Grammy 2017. Un cogollo, un grupúsculo poderoso y con identidad racial parece que quiere imponerse de por vida en la música norteamericana.

Las caras lo dicen todo

Los típicos y trillados ponches de cámara a la familia de Beyonce, mientras desplegaba otro de sus actos llenos de histeria.

Rihanna no paro de burlarse de cuanto artista blanco se montó en tarima, haciendo las expresiones faciales más evidentes de toda la noche. Podríamos jurar que a Jay Z no le gustó mucho el tributo a Saturday Nigth Fever y a los Bee Gees.

En resumidas cuentas, los Grammy 2017 fueron otra sesión de bullying solapada de los poderosos de la industria musical. Una falta el respeto al Metal, a los artistas blancos, a la campeona de los premios (Adele) y a muchos artistas nuevos. Suerte por aquellos que pudieron pasar el filtro esta vez. ¿Fallos? Sí, cómo no…