"Dios ha muerto". La frase fue enunciada como alegoría por el filósofo Nietzsche para liberar al ser humano de viejos dogmas y abrirle los ojos ante una realidad trágicamente cruda pero más real que nunca. Sin embargo, si Dios tiene que morir, en alguna ocasión tuvo que haber nacido.

Pensar que el mismo dios pero con diferente nombre fue creado por las respectivas religiones es un error. Y el monomito que menciona el antropólogo y mitólogo Joseph Campbell en El héroe de las mil carassirve para completar los dogmas que aparecen en una Religión fijándose en las demás, pero en ningún caso llega a la raíz de la cuestión con la profundidad que merece.

La creación de los dioses viene desde los albores de la Humanidad. Ese ser humano, rodeado de peligros que ponían en riesgo su supervivencia, estaba sumido en la incomprensión absoluta del mundo que le rodeaba. Los fenómenos que acontecían en esa Naturaleza que le era hostil eran desconocidos para el primer hombre. ¿Por qué caía agua del cielo?¿Por qué en la noche unos puntos brillantes adornaban esa bóveda oscura?

Para explicar esos fenómenos que se escapaban a su razón, el hombre primitivo optó por usar lo conocido para acercarse a lo desconocido. Y es en este momento cuando las pinturas rupestres de animales se pintan en las bóvedas de las cuevas para identificar esa noche estrellada que tanto les asombraba.

Pero claro, esos fenómenos tenían que ser provocados por "algo" o por "alguien"; y ese "algo" o "alguien" tenía que tener unas características diferentes y superiores, ya que el ser humano no podía provocarlos por sí mismo. Por tanto, para explicar la lluvia, se acudía a ese "algo" o "alguien". A ese "algo" o "alguien" creado por el propio ser humano se le atribuyeron tantas capacidades que al darle tanto poder, lo creado acabó por superar al creador.

Y aquí llega el instante en el que se tiene conciencia de que hay unos seres superiores que provocan los fenómenos de la Naturaleza y que para ganarse el favor de ellos, el ser humano debe rendirles culto y tributo con ofrendas de distinto tipo.

De este modo, aparecen las distintas mitologías y religiones que pueblan el mundo.

Mundo habitado por hombres que siguen sin comprender las leyes naturales que le rigen y que recuerda tanto a ese "mono pensante" que no podía explicar su entorno y que acudía a lo conocido para tener contacto con lo incomprensible.