John Bercow, presidente de la cámara de los comunes, ha asestado un duro golpe al Brexit negociado entre la primera ministra Theresa May y la Unión Europea, con su decisión de vetar una tercera votación si esta no se diferencia sustancialmente en contenido de las dos previas, ya ampliamente rechazadas por aplastante mayoría.
Tras unos días frenéticos, en los que May parecía haber obtenido resultados para someter su acuerdo a un tercer escrutinio gracias a la posible cooperación de los escaños norirlandeses del DUP y el reblandecimiento progresivo de algunos miembros del ERG - la facción más decididamente pro-Brexit de su propio partido - la posibilidad parece evaporarse.
Una crisis constitucional sin precedentes
El movimiento de Bercow ha sido así calificado por Robert Buckland, el máximo representante de la abogacía del estado, y abre la puerta de par en par a la incertidumbre absoluta en el frente doméstico e internacional.
Internamente, el debate político del Brexit lleva eclipsando, y casi paralizando, el normal funcionamiento parlamentario, con meses en los que las necesidades reales de los ciudadanos han quedado relegadas a un segundo plano.
Las últimas noticias no hacen más que a echar más leña al fuego de una opinión pública cada vez más frustrada por la mala gestión y la falta de progreso significativo en las negociaciones. Igualmente, la credibilidad del país en el escenario europeo y mundial queda deteriorada por el inmovilismo demostrado en la toma efectiva de decisiones, dejando seriamente tocada la autoestima británica.
Con estos precedentes, y descartada también la salida dura sin acuerdo, dos posibles soluciones permanecen sobre la mesa: Una, extender el artículo 50, una eventualidad que desde Europa se desestima por las implicaciones legales que tendría para el europarlamento la posibilidad de que los británicos tuvieran que votar y elegir europarlamentarios en las próximas elecciones europeas.
La opinión interna se polariza
La segunda sería cancelar el Brexit, una opción de complicadísimo consumo interno en un entorno pro-Brexit cada vez más radicalizado. Como prueba, la manifestación que está recorriendo Inglaterra desde Sunderland, en el norte, hacia Londres, en una marcha organizada por el partido antieuropeísta UKIP, y que pretende ser una exhibición de fuerza para presionar al gobierno a no alargar la permanencia en la EU más allá del 29 de marzo.
Mientras la parálisis continúa y la opinión interna se polariza, queda por ver como estos vaivenes afectan a la ya de por sí precaria estabilidad del gobierno de May y a su prestigio internacional. Todas las miradas quedan puestas en la cumbre europea de este jueves donde, paradójicamente, el futuro del Reino Unido fuera de la unión podría quedar decidido por los líderes de sus denostados vecinos europeos, sin que los británicos puedan decir mucho al respecto.