Neyvi Tolentino es de República Dominicana, allímismo se licenció de abogada, luego estudió en Londres y cursó 3 masters enEspaña. Su empresa es una de las más prestigiosas de Madrid en cuanto ainmigración y extranjería. “Nuestro despacho se especializa en clientesinversionistas, en extranjeros emprendedores que vienen a crear empleo, no aquitarlo. El devenir de una persona no debería condicionarse por su lugar deorigen, la mayoría de emprendedores jóvenes en España son extranjeros.”
Consultada sobre las posibilidades de un inmigrante, Neyvicontesta que son las mismas o más que las de un español.
“Una persona que cruzalas fronteras, que quiere ampliar sus sueños, se arriesga a todo y alarriesgarse se le abre una abanico de posibilidades muy amplias. España protegey ayuda al inmigrante.”
Tolentino, que en la web de su despacho ofrece un espaciopara consultas gratuitas, no cree que el extranjero ocupe un lugar de segundacategoría. “No siempre se emigra por tener pocas posibilidades en el país deorigen, se lo hace por abrir nuevas puertas y horizontes, por ampliarse almundo, por crecer y multiplicarse.”
Cornel Irimie llegó a España en agosto del 2004, el mismodía en el que cumplía 20 años. Partió desde Alba Iulia, Rumanía, en un autobúsque tardó dos días y medio en llegar a Madrid. Se alojó con su padre, quien poraquella época trabajaba en Parla como electricista y soldador en el sector dela construcción.
“Mi plan era emplearme en hostelería, porque había sidocamarero en Rumanía durante las vacaciones de verano. Me había enterado de lafamosa costumbre del cañeo y pensé ‘ahí hay trabajo´.”
De español sabía, según él, solo lo básico “antes de salirde casa a buscar trabajo practicaba un posible diálogo con el empleador”, solocontaba con un diccionario y una guía de conversación rumano/español.
A la semana de haber llegado comenzó a trabajar en la obrajunto con su padre y a los 20 días, recuerda, lo contrataron como camarero enun tradicional bar de barrio. Desde el 2004 hasta el 2009, estuvo sin papelesaunque cada 4 meses presentaba la documentación por arraigo social o laboral.Cuando en el 2007 Rumanía ingresó a la Unión Europea obtuvo el permiso deresidencia sin posibilidad de trabajar legalmente hasta dos años después.
“Paradójicamente,trabajé de una manera más continuada y estable en los 5 años de irregular quedespués de obtener el permiso”.
Durante el 2006, junto con su padre compró una casa enRahau, su pueblo natal, valorada en 30.000 €. Dos años después, Cornel adquiriósu primer coche y comenzó a reformar la casa paterna.
“Con la crisis surgieron cursos de formación que prometíaninserción laboral al finalizarlos. Era muy famoso el de Vigilante, era elmás frecuente entre los chicos. Yo hice uno de Técnico de plataformas petrolíferas,que resultó ser un fiasco, no surgió ninguna oferta laboral después.”Para financiar esos estudios pidió un crédito bancario por 3.600 € que devolvió,trabajando de camarero, al año y medio.
A finales del 2012 compró un piso en Alba Iulia, la mismaciudad de la que había partido 8 años atrás. Cornel siente que no ha sabido aprovechar bien los tiempos de abundancia económica. “Pensaba queaquello nunca iba a acabar, derrochaba dinero en salidas, en beber y comer.”
Actualmente vive en Madrid, tiene un niño recién nacido yasegura que eso le ha devuelto la ilusión y la energía. Está a la espera de uncrédito bancario que le permita instalar un bar en su país y llevar lacostumbre ibérica de la tapa gratis con la bebida. “Cuando tenga mi negocio enRumanía, voy a volver a España de turista, para poder disfrutarla”.