La teoría es que vivimos en un mundo al que supuestamente le gusta que le digan la verdad y además, es una cualidad que todos valoramos positivamente en las personas y en especial en los líderes políticos que elegimos. Con toda seguridad también incluiríamos virtudes como la honradez e integridad además de la verdad. Pero, ¿realmente nos importa que los políticos a los que votamos sean veraces en sus carreras?
Es necesario realizarse esta pregunta porque, de hecho, la realidad nos demuestra otra evidencia totalmente contraria que es la que abre las discusiones en los debates públicos.
¿Por qué permitimos que nos mientan los políticos?
Quizá lo que buscamos son líderes con otras características y renunciamos a la verdad en favor de conseguir beneficios propios. De esta manera, estamos normalizando la mentira. De hecho, se trata de un fenómeno a nivel mundial que a estas alturas no sorprende a nadie. Existen autoridades que mienten descaradamente, pero vuelven a ser reelegidos o se les vuelve a dar un voto de confianza a pesar de conocer con seguridad que no se puede confiar.
Nos encontramos ante una grave situación. No es nuevo que los políticos nos mientan, lo realmente preocupante es que sus mentiras no afecten a sus carreras y sigan saliendo elegidos. Y aunque no salgan elegidos se les sigue votando.
Todo apunta a que hemos aceptado de manera natural el juego político de mentiras y encubrimientos.
Es posible que la respuesta a nuestro consentimiento ante la mentira puede ser porque deseamos tener sensibilidades a las que podamos llamar hogar, donde nos sentimos seguros. Deseamos territorios morales y conocer quién está de nuestra parte.
Quizá estos deseos sean el resultado del miedo a vivir sin pertenecer a ningún bando.
En definitiva, a los líderes políticos se les consienten mentiras porque son de los nuestros, es decir, de nuestro bando. Y ellos son los que nos siguen ofreciendo esos deseos ideológicos que necesitamos.
En la situación en la que nos encontramos es necesario perder el miedo a la intemperie.
Comprender que las estrellas se ven siempre mejor desde los descampados que desde el centro de las ciudades. Necesitamos perder el miedo a quedarnos sin hogar ideológico y de esta manera, podremos ser más críticos con los líderes políticos y entender que las mejores Historias son aquellas que no excluyen hechos.
A estas alturas solo nos queda preguntarnos si en algún momento de nuestra historia seremos testigos de un cambio o seguiremos permitiendo que los políticos mientan y lo que es peor, sus actitudes engañosas no tengan consecuencias negativas en su carrera y trabajo diario.