Caos en Cataluña. Carreteras y autopistas bloqueadas, trenes suspendidos, escuelas en las que no se imparten clases, empresas y oficinas cerradas, cientos de personas en las plazas para manifestarse dispuestas a enfrentarse con la policía, mientras el humo de los neumáticos quemados deja un aire negro. Estas son las imágenes que deja el día de la Huelga general del pasado 8 de noviembre, de la vaga en Cataluña.
Huelga proclamada contra “la represión del Estado Español” y con el fin de pedir la liberación de los, hasta entonces, diez detenidos políticos catalanes acusados desde Madrid de “rebelión”, “seccesión” y “malversación de caudales públicos”: ocho exconsellers miembros del cesado Govern de Carles Puigdemont (fugado a Bélgica) y los dos “Jordis”, líderes independentistas de la ANC y de Omnium Cultural.
Los denominados presos políticos del “proces” de independiencia siguen aumentando en número.
Desde la provincia de Tarragona, lo que respiro, paseando por las calles catalanas y hablando con sus gentes, viendo los informativos de las televisiones catalanas (o viendo como ciertas cadenas de televisión de Cataluña emitieron durante todo el día 8 una única imagen que decía: “El punto avul s’adherelx à l’aturada de Pais”, es decir, que se unen a la vaga general catalana); es que no todo el pueblo catalán está unido: son muchos los que se lamentan por el bloqueo y parón de actividad; por ejemplo, escucho un camionero lamentarse por la extenuante fila en la autopista: “Es un derecho manifestarse y secundar la huelga pero mi derecho a trabajar debería ser respetado también”.
La imposibilidad de acudir voluntariamente al trabajo afectó a centenares de personas: el corte de los medios de transporte y 70 autopistas y carreteras cortadas consiguieron que muchos se unieran a la interrupción de actividad pero de manera obligada.
Una señora, en cambio, gritaba contra los manifestantes independentistas ya que debía acompañar a su hijo al hospital para recibir el tratamiento de quimioterapia y no les fue permitido.
La misma suerte tuvo otro joven, también enfermo de cáncer, obligado a estar parado en medio del tráfico por los piquetes secesionistas que pregonan “Llibertat”; someterse al tratamiento de quimioterapia fue posible tras más de cuatro horas de espera y gracias a varias intervenciones por parte de la policía. Finalmente, consiguió liberarse de la agresividad de la Huelga.
Violencia. Prepotencia. Abuso. Estas son sólo algunas de las situaciones reales que he vivido mientras se escuchaban su eslogan y su grito por la "Llibertat, Llibertat".
Ante todo lo acontecido me surge la siguiente pregunta: ¿Qué concepto de Llibertat está en la cabeza de estos millares de personas que se han manifestando usando incluso a los niños – a sus propios hijos- como verdaderos escudos humanos para impedir que la policía les apartara de las carreteras que estaban bloqueando? Bloqueando a todos, a catalanes y a españoles. ¿Libertad? Tus derechos terminan, donde comienzan los derechos del otro.