Ahí estás: el hostal se planta frente a tus narices, enorme, seguramente tan feo como una nevera por detrás, apestas (probablemente), estás cansado (seguramente) y solo quieres dejar caer la cabeza contra la almohada (plausible) o soltar la mochila y lanzarte al saqueo de barriles de cerveza de bar a bar (loable).
Pero antes escucha, hay 5 cosas que no puedes olvidar en este viaje
Lleva tapones
Oh, no, para nada, son asquerosos, todo gomosos, pasando.
Son tan cómodos como un tenedor rascando un plato sin duda pero, en mitad de la noche, en esa habitación de hostal tamaño Ikea, cuando aparezca ese noruego 4x4 cantando las bellezas de la vida Pavarotti style; cuando esa monísima japonesa ronque hasta hacer temblar tu composición atómica; cuando en la calle comience la decimoquinta jornada del cachopo nocturno… entonces te acordarás de esto
Y llorarás.
Y compraras unos malditos tapones.
Lleva una toalla
Vamos a ver. Atento. Esto es clave.
Las toallas son las mejores amigas del viajero. Aparecen en los primeros jeroglíficos, ahí, junto al bueno de Ra. Toallas. Loadas ellas en toda su algonosidad.
Pueden ser tu manta, tu arma, tu paraguas, tu almohada, tu cortina, tu techo, tu bandera, tu antorcha, tu máscara antigas, tu señal de socorro, tu toga, tu… bueno, tu toalla también claro.
Nunca. La. Olvides.
Ya lo dijo Platón “por tu toalla te reconocerán”. O a lo mejor fue Descartes. Estoy parafraseando
Encuentra los enchufes
¿Parece bastante obvio no?
No lo es.
Encuentra esos hijos de un jack y hazlos tuyos, crea un Muro, tu Guardia de la Noche… haz lo que tengas que hacer para asegurarte que son tuyos.
Porque ellos lo harán.
Al final del día las cámaras, móviles, gps y gopros están bajos de batería y puedes estar absolutamente seguro que todo ser viviente en el cuarto va a pasar a cuchilla a quien sea para meter un poco de dulce electricidad en su vida.
¿Qué pasa con el segundo desayuno?
La comida es el problema que los viajeros han dado más soluciones a lo largo de la dilatada historia del pateo global.
Pero una cosa es segura: tu madre tiene razón.
El desayuno es clave.
Cuando vuelvas a tu hostal de noche, cansado, al borde la muerte, pidiendo un ibuprofeno con un ímpetu que no se ha visto desde Pearl Harbour, hazte un favor y pasa por el super.
Café, té, pan y mantequilla. Suministros mínimos, cafeína en vena, tu “yo” mañanero te dará las gracias.
Muchas. Muy seguidas.
Lleva tu propio saco
Son un absoluto coñazo a la hora de hacer la maleta pero te valdrá la pena. Muchos hostales te ofrecen descuentos por usarlos y, sobre todo, mantienen tu tierno cuerpecillo alejado de infecciones, enfermedades y admirables compañeros insectos.
Nunca sabes qué ha dormido allí antes. Mantente libre de infecciones todo el tiempo que puedas.