El mal endémico de España radica en ella misma y su habilidad para estar siempre en guardia consigo misma. Y es que, mientras Francia luchaba contra el Reino Unido, EEUU contra Rusia, etc. la historia de España se caracteriza, sobre todo, por un gran número de disputas internas.
Curioso es, que en cualquier país se alcen sus banderas con orgullo, y que el patriotismo no sea un reclamo de la derecha únicamente. Digo curioso porque en España eso no ocurre y como española con ideas políticas de izquierda, soy de las que para la foto evito salir al lado de una bandera nacional.
En nuestro país la bandera, el águila, el cara al sol y el franquismo son ideas que desde 1939 hasta hoy en día siguen yendo de la mano en nuestro imaginario. Poco esfuerzo se ha hecho desde el gobierno y el Estado para disociar eso desde el surgimiento de la democracia y no será por falta de medios. El marketing es una herramienta poderosa que usan los políticos en campaña, las cuales suelen ser tan agresivas como cualquier empresa que compite en el mercado por arañar una mayor cuota. Es extraño, por tanto, que a nadie (partidos políticos, Estado, monarquía, etc.) le haya interesado aún esforzarse por desvincular el patriotismo y la bandera nacional de la idea del franquismo.
En cualquier país donde la población sale a reivindicar cuestiones sociales que suelen formar parte de las aristas más de izquierda política (movimiento feminista, movimiento lgtb, etc) no es difícil que vislumbrar banderas nacionales.
No obstante, en España, si la derecha sale a la calle es para reclama la unidad nacional, ideas católicas, la tauromaquia, etc. y las banderas españolas enarbolan sus peticiones. Mientras, si la izquierda es la que reivindica sus históricos reclamos sociales, podrá verse cualquier bandera menos la española. A lo sumo la republicana.
España está enfadada consigo misma. Se odia pero se obliga a permanecer unida como un matrimonio mal avenido que discute sin parar pero que no contempla la idea de separarse por miedo a lo desconocido. Se oyen gritos de desprecio hacia una parte de sí misma que hablar de separarse. Parte que al oír ese desprecio más desea separarse.
Paradójico.
Muy probablemente, la idea de separatismo actual haya surgido de los intereses particulares de una cúpula que desea obtener tajada de todo esto. Pero desde luego, España, su gobierno y sus gritos de guerra arcaicos han servido en bandeja las razones necesarias para que la población catalana se eche a las calles en favor de la independencia. Y es que, alguien que se quiere ir le da igual las normas del lugar que desea abandonar. Simplemente busca uno nuevo donde forjar sus propias nuevas normas.
La cuestión aquí no es que si se van o no se van. La cuestión es, ¿porqué quieren irse? Muy probablemente porque España como unidad, España como nación, España como un todo indivisible no existe, es una entelequia.