Este pasado primero de octubre tuvo lugar el tan esperado, y a la vez temido, referéndum sobre la independencia catalana. Aunque quizá decir “tuvo lugar” no hace referencia a la verdadera situación vivida en Cataluña. La gente madrugó; las colas de ansiosos votantes comenzaron a formarse; los colegios electorales se abrieron. El caos se desató.
Pese a haber anunciado en numerosos medios de comunicación el hecho de que se tenía un plan no violento para contener el referéndum, la policía hizo caso omiso de sus propias palabras y cargó contra los votantes.
En medio de la hecatombe, ¿cómo distinguir entre quien se resistía y quien no? Esa debió ser la justificación moral de las fuerzas del orden, pues arremetieron indiscriminadamente contra quien estaba tanto dentro, como fuera de los colegios.
Cierto es que la celebración del referéndum era ilegal, así como la asistencia a votar en el mismo. Sin embargo, en ningún caso la ilegalidad justifica la violencia. Nada la justifica, y mucho menos cuando existen alternativas que evidentemente, en este caso, ni siquiera se plantearon. Si lo que se quería era llevar a las personas que votaban ante la justicia, o impedir que se celebrara el referéndum, ¿tan difícil habría sido haber arrestado una a una a esas personas a la entrada de los colegios?
Ah, claro. Se me olvidaba la poca atención mediática que aquello hubiera tenido.
¿Os dais cuenta del mundo en el que vivimos? Nos ha tocado ser habitantes de un lugar en el que se prefiere la violencia para impedir las cosas antes que la vía pacífica, ¿y todo esto por qué? Porque si no, nadie sabría lo malos que son los catalanes, lo que obligan a la policía a hacer, ¿verdad?
Vivimos en 2017, y mientras que en las aulas se enseña lo terrible que fue el Holocausto, en la puerta de nuestras casas se vive una situación propia de la persecución tras la Guerra Civil.
Por todo ello y más, la capital española respondió aquella misma tarde con una manifestación donde no solo se defendió y apoyó a los reprimidos en Cataluña, sino que se pidió su oportunidad para votar libremente.
Madrid se alzó en banderas y gritos a favor de Cataluña y de su derecho de realizar un referéndum legal. La concentración incluyó a gente de todas las edades: desde universitarios furiosos, a gente de avanzada edad descontenta con un país que, según ellos, ya no los representa.
Como se dijo en Sol, Madrid no será la ciudad que se quede quieta ante semejantes actos de violencia. Todos tenemos la oportunidad de cambiar el mundo y hacerlo un lugar mejor, la diferencia radica en quién tiene el coraje de dar el paso.
Los estudiantes estamos contra la represión, ¿y vosotros?