Como ya sabemos, ante todo, hemos de respetar cualquier cultura y religión, mientras ésta también respete al resto de seres humanos... pero esto ya se nos va de las manos.

De siempre, la Iglesia, y en general las religiones, han estado en contra de la homosexualidad, lo cual me parece paradójico, ya que van pregonando que en esta vida lo importante es el amor al prójimo, pero al parecer para ellos dos hombres o dos mujeres no pueden amarse tal y como ellos dicen.

Lo último en la Iglesia católica son los comentarios denigrantes hacia los homosexuales de un sacerdote de México, cuyo nombre es Francisco Chavolla.

Este hombre ha gastado las siguientes palabras para convencer al público de que la homosexualidad es algo que va contranatura: Dios no ha creado a dos Adanes ni a dos Evas, sino a un Adán y a una Eva. Por si esta barbaridad fuese poca, el sacerdote anteriormente mencionado ha continuado diciendo que "no aceptará el matrimonio gay/lésbico" tachándolo de ser algo que puede pervertir a los menores, por lo cual, no hay que decir que también está en contra de que estas parejas homosexuales adopten o tengan hijos por cualquier método.

Además, para seguir enredando a la gente en su juego, continuó con la siguiente "historia": si llevamos a una isla desierta una pareja de hombre y mujer, al cabo de los años esta isla estará repleta de niños; sin embargo si llevamos a una pareja de hombres, al cabo de los años solo habrá dos hombres ancianos".

Aquí, quiere hacernos creer que no es él el que está en contra, sino la propia naturaleza.

Desde aquí, mi respuesta es que jamás tiraré por los suelos una religión ya que, como siempre pasa, hay personas tolerantes y buenas, y otras que no respetan más allá de sus creencias. Pero sí que estoy totalmente en contra de personas como ésta, que no respetan y que para ellos lo importante no es el amor ni hacer el bien, sino el juzgar todo aquello que se salga de su cerrada mente. Añado que una persona cuya influencia es tan importante debería de callarse estos comentarios y darle importancia a lo realmente importante, que es pregonar el respeto y el amor.