Una mujer con una falda tan corta que se le ven las nalgas camina frente a mí, se para en una esquina a hablar con otras chicas que usan plataformas y pinta labios rojo. Siempre paso de largo, sin intención de hablarles, pero con curiosidad de hacerlo.
Siempre he querido sentarme con una prostituta y hablar, saber de ese trabajo, de esa vida, conocer lo que hay detrás de las paredes en donde se unen dos cuerpos sin, lo que muchos llamamos, amor.
Hace unas semanas vi el programa 21 días. El episodio era precisamente de la chica que dirige el programa viviendo 21 días en un prostíbulo, lo cual me ofreció una mirada dentro de ese mundo que para mí despierta tanta curiosidad.
Debí imaginar que no era la única que sentía un deseo de saber cómo y por qué ocurren las cosas, qué lleva a una persona, en este caso, a una mujer, a tomar las decisiones que toma.
Algunas veces me gusta bajar a la plaza del sol. Casi siempre camino por la calle Montera y me es imposible no pensar en una ciudad de mi país llamada Chimaltenango. Para llegar a la ciudad capital desde el occidente se tiene que pasar por esta pequeña ciudad, en donde, hay un tramo de la carretera que pasa por el pueblo y se ha convertido en una pasarela por la que se puede ver a prostitutas fuera de los bares a lo largo de varios metros. Al igual que he bajado por la calle Montera cuando llueve, también he pasado por Chimaltenango cuando cae la lluvia y he visto a estas mujeres detrás de las puertas de los bares, viendo como la lluvia cae, viendo pasar los carros, dejando pasar el tiempo.
No todas se sienten igual, es de suponer que hay algunas mujeres a las que les gusta la actividad que llevan, como decía una en el programa 21 horas, «Es un trabajo más. No mezclo sentimientos con negocio». Pero, decía la presentadora, «Yo no he sido capaz de imaginar si quiera el precio que pueda tener mi cuerpo por media o una hora».
Siempre ha habido mucha polémica sobre este tema, pero es un empleo al que muchas, e incluso, muchos recurren. Había otras que estaban en ese prostíbulo por necesidad. Otras porque simplemente ya no sabían qué otra cosa hacer que les diera el dinero al que ya estaban acostumbradas a ganar. Pero a mí también me da por pensar en los hombres que recurren a los servicios de estas mujeres.
Y me pregunto ¿será que el sexo pagado es más excitante, no les aterra la idea de contagiarse de algo?
El programa despejó un poco mi mente, pero esa es solo una parte de este tema tan hondo. El prostíbulo al que la presentadora fue, es un lugar en el que ninguna de las mujeres que trabaja allí es retenida a la fuerza, pero que hay de los lugares en donde explotan a las mujeres, niñas, cárceles en donde incluso les prohiben ver la luz del sol. ¿Sería imposible acabar con el tráfico humano? Me lo he preguntado muchas veces, te lo pregunto,¿sería imposible?