El latín, ¿a quién le importa? Seamos sinceros, ¿cuánta gente lo elegiría voluntariamente? ¿Cuántos padres se acuerdan de algo que no sean esas dos palabras que se quedan grabadas con odio en la mente: “ROSA, ROSAE” (palabras que además, nadie les enseñó a pronunciar por lo que parece)?
Esta postura es muy habitual hoy en día, sobre todo en la gente que no ha sabido ver lo que es el latín. Permitidme entonces que os haga verlo como se merece, dadle una oportunidad, miradlo con otros ojos.
No veáis el latín como una lengua muerta, que os quita horas de diversión; no lo veáis desde fuera como una cosa inútil que os hacen aprender; no os aprendáis las declinaciones para olvidarlas al terminar el examen.
Vedlo como algo útil, una manera de dejar de sacar ceros en los dictados, una manera de llamar la atención diferente a la habitual.
Porque, ¿a quién no le gusta quedar como alguien inteligente? ¿Quién no ha querido leer una cosa escrita en latín y le ha preguntado a sus padres que qué pone? ¿Quién no ha tenido curiosidad por esos romanos, que conquistaron medio mundo? ¿Quién no ha visto una película como “Gladiator” y ha pensado en cómo sería ir así vestido, cómo sería vivir así? ¿Quién no ha pensado alguna vez que sería mucho más fácil escribir todo con la letra b y sin hache (y así escribir barbaridades como: “bibir”, “aora”…)?
La asignatura de latín no sólo da las respuestas a esas preguntas sino también a muchas más.
Al principio no te das cuenta y estudias latín por sacar buena media, algunos ni eso
Pero llega el final de curso, después de todo un año estudiando latín, acordándote de la profesora justo antes del examen, diciendo que no sirve para nada, poniendo cara de asco sólo con oír la palabra declinación… Y entonces es cuando te das cuenta, vuelves a ver “Gladiator” y ya no es lo mismo, ya sabes cuánto duró la época del Imperio, conoces al emperador que sale, sabes qué es el senado, reconoces las inscripciones, las abreviaturas…
Comprendes que el latín es importante, es cultura general, que sólo hay que sumergirse en él y dejar que te vaya arrastrando la corriente y llegará un momento que fluirás con él y ya no querrás dejar de aprenderlo.
Descubrirás que hay cosas que igual piensas que no sirven para nada porque no aparecerán en tu “Curriculum Vitae” (estas palabras pertencen a esa clase de palabras que todo el mundo usa y nadie sabe exactamente lo que significan. En este caso, ‘carrera de la vida’) pero a la larga descubres que no tiene nada que ver que no te sirva a la hora de encontrar trabajo (aunque tal y como están las cosas, hay poco que sirva para eso) con que te sirva o no a la hora de adquirir cultura, de conocer el pasado y, ya de paso, acercarte un poco más a conocerte a tí mismo, que nunca viene mal.
Y sólo entonces comprendes que te llevan engañando toda la vida, que el latín no es una lengua muerta y que no lo será mientras haya gente que sepa apreciar su importancia; mientras la curiosidad por saber no se pierda nunca; mientras haya Papas que presenten cartas de dimisión en latín, mientras haya edificios romanos, mientras se sigan cantando canciones en esa lengua, tan bella, tan importante, tan viva y tan útil como cualquier otra.