Dos sacerdotes negaron confesión sacramental a un enfermo terminal en el hospital Miguel Servet de Zaragoza porque vivía con su mujer sin estar casados. Un tercer sacerdote aceptó confesarle. Se cumplió el dicho de que a la tercera va la vencida.
Si esos sacerdotes creen en lo que predican, al negarle el sacramento de la confesión le estaban condenando al infierno, considerándolo merecido castigo a vivir en pecado.
Se dan muchos casos de sacerdotes que se niegan a confesar o dar la comunión a personas divorciadas o a personas afectadas por discapacidad mental porque la doctrina de la Iglesia Católica permite tomar esas crueles iniciativas que contradicen lo que predican en cuestiones de caridad cristiana, de compadecer al pecador y ser una religión que perdona los pecados de los arrepentidos.
Para los pecados de los sacerdotes, de ellos mismos, por ejemplo de pederastia, son mucho más comprensivos y caritativos. La actitud de muchos sacerdotes es motivo para rechazar su religión.
Sucedió, por ejemplo, en San Lorenzo de El Escorial, en donde se negó la comunión a un niño afectado de espina bífida por padecer una enfermedad mental; en el pueblo andaluz de Sorihuela de Guadalimar, en donde se negó la comunión a una adolescente por no vestir de forma adecuada según criterio del párroco; en Monforte del Cid, Alicante, en donde se negó a una niña con grave discapacidad mental a asistir a clases de catecismo para comulgar; en la localidad barcelonesa de Teiá, en donde el párroco se negó a dar la comunión a una niña afectada de síndrome de Down.
La excusa para todos estos hechos es que no entendían el sacramento de la eucaristía y de nada les serviría recibirlo. ¿Acaso lo entienden los curas que lo niegan?, Los creyentes se escudan en que creen en Dios, no en la iglesia, y que las malas prácticas de los sacerdotes no les aparta de su fe; mejor así para ellos, cada uno elige lo que más le conviene. No es que esos sacerdotes que niegan los sacramentos sean unos monstruos, es que es así la doctrina de la iglesia, es en ella en donde se encuentra el mal.