Introducción

Lucrecia fue la hija del Papa Alejandro VI, al que se conoce por ser culpable de grandes crímenes. Al contrario de lo que ha pasado la historia, Lucrecia fue una chica culta y con un sentido de la vida refinado. Para poca fortuna de ella, en cuanto creció fue el peón de su padre para fortalecer sus asuntos políticos y también los asuntos de su hermano César.

Su madre fue Vanozza Cattanei, una mujer romana muy bella que estaba casada con Giorgio San Croce, un caballero milanés. No obstante, aunque pueda parecernos raro (o no) su padre biológico fue el cardenal Borgia, que tenía a Vannozza como su concubina favorita desde muchos años.

Los astrólogos habían predicho un futuro muy importante para la niña y es que su familia terminó por dominar la capital de la Cristiandad.

Adriana Orsini fue la que dedicó su tiempo a educar a Lucrecia, pero además era su prima. Esta le enseñó latín, griego, italiano y francés, además de otras artes nobles como la música, el canto y el dibujo. Sin embargo, no solo eso, también le ayudó a entender el mundo de la nobleza y a saber moverse como pez en el agua. En cuanto su padre fue elegido papa su vida cambió drásticamente. Un gran número de jóvenes deseaban ser pareja de Lucrecia y así ganarse un buen puesto. Acabó casándose con Giovanni Sforza, siendo aceptada entre los Borgia.

¿Cambió su suerte?

Para poca fortuna, el matrimonio no duró demasiado en el que intentaron justificar la ruptura del matrimonio por causas falsas como que no podían tener hijos. Incluso poco después, dos miembros de la curia cardenalicia afirmaron que la joven era virgen ya que su marido carecía de la habilidad para dejarla preñada por un problema de frigidez.

Es entonces es cuando Lucrecia se mueve al convento de San Sixto, pero por poco tiempo, ya que vuelve a encontrar esposo, siendo éste Alfonso de Aragón. En este caso, ayudaría a su hermano a acceder al puesto de esposo de Carlota de Aragón, la hermana. Sin embargo, la situación volvió a truncarse por temas políticos.

A principios del siglo XVI, Lucrecia iría camino de Roma para despedirse de su padre, al que no volvería a ver.

Éste le dijo que debería hacer lo mismo que hizo por él hasta el momento, pero en la distancia. Falleció al año siguiente con 73 años.

La muerte de su padre no le afectó, sino todo lo contrario. Ella estaba asentada en Ferrara donde llegó a formar una de los ambientes cortesanos más refinados de su época y donde se ganó el cariño de sus súbditos.

Muerte

Murió en un parto complicado. Sin venir a cuento, por malas víboras, Lucrecia fue vista como la representación de la lujuria y la perversión cuando en realidad fue víctima de los planes de su padre.