Hasta el 24 de Septiembre el museo Thyssen-Bornemisza nos presenta esta detallada colección donde poder conocer el esplendor y evolución del Renacimiento desde la ciudad, que junto con Florencia, deslumbró al mundo encumbrada en la belleza de lo humano, su Arquitectura y naturaleza. El Renacimiento representó el nacimiento de un nuevo hombre frente a la idea de Dios. No solo desde la pintura, la propia creación de la ciudad de Venecia –y con ello todas las ciudades- era el reclamo para competir y extasiarse de la belleza de la creación humana frente Florencia –otro tipo de creación- en el crepúsculo del siglo XV y su desarrollo hasta el siglo XVI y XVII.

El deslumbrante Oriente se apagó

Tras siglos mirando Oriente y siendo Venecia el puerto donde la ruta de la Seda confeccionaba sus viajes (desde aquí partió el veneciano Marco Polo en el siglo XIII y XIV) en clara competencia con Génova –no fueron baladí las guerras que acometieron las dos repúblicas- El florecimiento comercial parecía encaminado a su desaparición por el poder que el turco planteaba en el Mediterráneo. En 1453 Constantinopla caía en favor de los Otomanos, y la dura derrota de la Serenissima Repubblica en Agnedello (República de Venecia) en 1509 frente a las fuerzas francesas de Luis XII, tuvo como consecuencia el desplazamiento de las rutas comerciales hacia América, después del descubrimiento del Nuevo Mundo en 1492.

De esta manera, la influencia geopolítica de las rutas hacia el Oriente por el Mediterráneo perdían peso frente a los nuevos caminos que abrió el Atlántico.

Es en esta coyuntura de crisis comercial, bajo el peligro de quedar Venecia recluida es donde emerge el despertar artístico, sobre todo en pintura y arquitectura. Fue el triunfo total de la belleza, una exuberante brote que hoy podemos contemplar cuando nos adentramos por la ciudad de los Canales y contemplamos el milagro de este conclave: la increíble acumulación de arte y creación que nos ofrece.

La Conquista de la belleza

Durante los siglos venideros Venecia creó su propia idea de belleza, convirtiéndose en alternativa a los preceptos de estéticos romanos y florentinos. La ciudad que había recibido la influencia de los mercaderes orientales y del antiguo imperio bizantino, proponía un nuevo Arte. Frente a la intelectualidad de los pintores toscanos como Miguel Ángel o Rafael Sanzio, los artistas de la escuela veneciana eran superiores en el manejo del color y de las capacidades visuales y sensuales de la pintura, acorde a una influencia oriental al dotar a estas expresiones de mayor exuberancia.

La exposición El triunfo de la belleza y la destrucción de la pintura se mueve en este contexto de innovación y nueva firma. Son un conjunto de obras (cerca de cien) donde destacan artistas como Tiziano, Tintoretto, Veronés, Bassano o Giorgone. La exposición aborda tanto retratos como temas mitológicos y de carácter religioso pero con una tendencia hacia entornos naturales y nuevas formas de expresión. Así la luz y la utilización del claro oscuro procuran soluciones diversas. La destrucción de la pintura nos refiere a la nueva forma de abordarla, a menudo calificada como pintura de manchas o borrones, que replanteaban la idea del disegno, pero también la propia idea de belleza del primer renacimiento.

Esta antesala al barroco no solamente fue un cambio de paradigma, también una nueva técnica que servía para generar mayor expresividad y vida a las figuras y los paisajes de la Naturaleza, como posteriormente acontecerá en el siglo XVII.

La ciudad, como no podía ser de otra manera, tiene un espacio en la exposición. Entre Oriente y Occidente se levantó este rincón, la ciudad más bella del mundo, inmortalizada en el lienzo Vista de Venecia que Jacopo de´Barbari realizó. Fue la primera vez que una ciudad se representaba de forma realista, y expone con todo tipo de detalles, esa primera impresión exuberante que los comerciantes tenían de la ciudad (la puerta de oriente) cuando llegaban a ella. En la misma sala, Veronés, expone pinturas de personajes vestidos a lo oriental, ejemplificando el carácter de aquella ciudad, frontera entre dos mundo, Occidente y Oriente.