La figura de Stephan Zweig (Viena 1881-Petrópolis 1942), el epicurio le denominaban sus compatriotas judíos –religión que nunca puso en práctica- se pone de relevancia estos días, no solo por el aniversario de su muerte, también por el estreno del film Stephan Zweig: Adios a Europa, film de la directora alemana Maria Schrader y sobre todo por la figura del intelectual que en la época del surgimiento del nazismo mantuvo una posición crítica pero solapada tras sus libros, sin haberla expuesto publicamente, contra el régimen de Hitler. Cobra hoy relevancia en estos tiempos de confusión y regeneración del discurso homófogo y populista de las extremas derechas en el continente, por la posición que deben tener los intelectuales frente a estos surgimientos.

Stephan Zweig: La novela de ajedrez, La piedad peligrosa, Jeremias, La Cruz o Amok... fue la voz intelectual más relevante de Austria junto al escritor y compatriota Thomas Mann, el creador de la Montaña mágica, Doctor Fausto... Stephan Zweig fue un gran defensor de Europa y un antibelicista comprometido. Tras la primera Guerra Mundial, donde participó en el bando austriaco, el ya escritor confesaba su posicionamiento y la creencia que Europa debía de unirse y solventar sus problemas como una nación de hermanos, para así no volver jamás, a entrar en una guerra fraticida. Voz relevante de la Austria y Alemania del periodo de entreguerras, vio como, durante la década de los 30, la crisis y fastos culturales, los movimientos sociales y políticos, iban a dar la irrupción del nacismo, hecho que supo identificar, como ningún otro, el filósofo judeo alemán Walter Benjamin.

El intelectual austriaco no criticó abiertamente el nazismo, hecho que le generó una gran cantidad de críticas –su suicidio incluso fue tildado de cobarde-

Stephan Zweig, tras su separación con su mujer y nuevo noviazgo con quién era su secretaria Lotta comenzó su exilio de Alemania, pero antes ya había comenzado su peregrinación en Suiza, donde trabajó como periodista para algunos diarios, entre ellos húngaros, Posteriormente, ya con la llegada del régimen nazi se exilió a Londres, durante una corta estancia, y posteriormente con la censura de sus obra en Alemania a Francia.

Tras las nupcias con su secretaria Lotta, volvió a viajar a Inglaterra, para afincarse en la ciudad de Beth, donde mantuvo su estancia en los primeros compases de la segunda guerra mundial.

Durante un periplo de conferencias por América, estando en Estados Unidos (NY) República Dominicana, Argentina, Uruguay y Paraguay, decide levantar su residencia en Brasil, en la localidad de Petrópolis, en el Estado de Río de Janeiro en 1941.

Allí escribiría su última obra La tierra del Futuro, un canto profundo a la esperanza de una nueva tierra y un nuevo modelo de sociedad en el Brasil. En este libro revisa la historia, cultura y economía del país. Se basa en las esperanzadoras visones que tuvieron los primeros descubridores y las sensaciones que los navegantes, como Américo Vespucio recogieron en el siglo XVI sobre el nuevo mundo: “Si el paraíso existe en algún lugar del planeta. ¡no podría estar muy lejos de aquí!”

Aciman, el escritor egipcio, comparó al escritor austriaco con Italo Svevo y Alberto Morarvia, definiéndole como “un autor francés que escribía en alemán”. La desazón y depresión que sufrió por su sentir de Europa que le llevó al exilio y finalmente al suicidio, le confirieron en aquella años un enorme número de críticas por parte de la resistencia nazi y el pueblo judío.

Su postura poco expresiva ante los acontecimientos, y sus amistades, como el caso de Richard Strauss –el compositor apoyó en sus primeros años al partido nazi, para posteriormente desligarse- le portaron una imagen desdibujada en lo público, aunque en su obra y cartas privadas su posición siempre fue clara contra la barbarie de Hitler y el devenir de Europa. Zweig decía que nunca hablaría mal de Alemania, y también señalaba que el artista que cree en la justicia “nunca puede fascinar a las masas ni darles eslóganes, El intelectual debes permanecer cerca de sus libros...”

El escritor y su pareja fueron encontrados muertos el 22 de febrero de 1942, tumbados en la cama de su dormitorio en Petrópolis, después de una sobredosis de barbitúricos.