El enésimo despliegue de genialidad improvisada, la enésima batalla por elevar un listón inalcanzable para cualquier otro pianista vivo. Un hombre inclinado sobre el piano, inquieto en su asiento, comienza a esbozar melodías y armonías, a trenzar escenarios sonoros. Juguetea con la atonalidad mientras el caudal dinámico y rítmico comienza a crecer rápidamente. Sus movimientos se hacen cada vez más intensos y violentos hasta llegar a los espasmos, un estado de trance se adueña del escenario, se levanta, se balancea, su voz repite de manera desafinada las teclas que sus dedos golpean incesantemente en un vórtice que alcanza y supera el paroxismo, un caos sonoro impregnado de belleza.

El oleaje comienza a amainar, irregularmente, con algún esporádico y violento golpe de viento, hasta morir dulcemente en la orilla en un fade out amplio y suntuoso.

Este es keith jarrett cada vez que interpreta con el estómago, algo que sucede siempre. La explotación absoluta del instrumento musical por antonomasia, la exploración continua de armonías y líneas melódicas en vivo, tomen asiento. La mezcla irlandesa, escocesa y austrohúngara de sus ascendentes creó un talento único, indomable y a veces arrogante, capaz de interrumpir un concierto por unos golpes de tos del público. Su aspecto, al igual que su música, no es fácilmente clasificable, algo que da pie a que las razas se lo rifen. Cuentan que Ornette Coleman una vez se le acercó en el backstage y le dijo algo parecido a lo siguiente:

-Man, you've got to be black.

You just have to be black.

A lo que Keith Jarrett contestó:

-I know. I know. I'm working on it.

Si bien es conocido sobre todo por su faceta pianística, en realidad Keith Jarrett es un multiinstrumentista. Saxofón soprano, guitarra, percusión y bajo eléctrico son algunos de los instrumentos que maneja con soltura. Tanto es así que a finales de los 60 Stan Getz, después de haber escuchado un solo de guitarra eléctrica de Keith, le propuso acompañarlo en su tour.

Pese a que este multiinstrumentista haya tocado con multitud de formaciones de jazz, su genialidad sale a relucir en sus conciertos solistas, en los que crea sobre la marcha himnos para la humanidad, piezas inigualables como su concierto en el Teatro Alla Scala de Milán de 1995. Keith Jarrett es la expresión de la genialidad histérica e imprevisible, un huracán que arrasa las 88 teclas del piano, recorriendo tonalidades imposibles y variando ritmos, tempos y articulaciones en improvisaciones infinitas.

Desde hace más de 50 años, en sus interpretaciones y composiciones condensa y fusiona música clásica, Jazz y étnica, recreando escenarios sonoros inmunes al olvido.

Su último álbum A Multitude of Angels recoge cuatro grabaciones en Italia en 1996, antes del diagnóstico de su fatiga crónica. Cuatro conciertos para conocer un pianista para el que la música siempre ha sido parte intrínseca de su organismo, de su ADN. Como dijo él mismo: "Si tienes una parte de música incrustada en ti, ¿por qué no tocarla?".