Hablamos de una película alemana aparentemente poco hábil para conquistar al público: ritmo lento, a veces demasiado, no hay música, una fotografía realista que sólo destaca lo más anodino y cotidiano, personajes totalmente contrarios a lo que Hollywood entiende como protas con gancho para el público, gustos de dichos personajes aparentemente poco edificantes.

Pues de quien más se acuerda el público es de su protagonista (Peter Simonischek), el que da título a la película y que se inventa un personaje llamado así para acercarse más a su hija (Sandra Hüller), una ejecutiva que trabaja para una multinacional en Bucarest (Rumanía).

Al principio, le vemos amenizar fiestas infantiles en Alemania maquillado como un personaje de Halloween. Hombre gordo, de mediana edad, con voz de asmático,…

Después, llega a Bucarest y empieza a meterse en la vida de su hija como un elefante en una fábrica de nitroglicerina. Ella, rubia, aparentemente segura de sí misma, hierática y con poco sentido del humor, siente que se ha derrumbado su aparentemente tranquilo mundo de ejecutiva agresiva, a la cual le ha encargado su empresa diseñar un plan de reducción de plantilla de una empresa petrolífera rumana. Se llevarán como “la extraña pareja”, o mejor como “la pareja chiflada”.

Maren Ade, cineasta que conocemos por “Entre nosotros”, sorprendió al ganar el Premio del Cine Europeo a la Mejor Dirección.

La primera mujer que lo gana, cuando Pedro Almodóvar, de quien se acordó en la première del filme en Madrid (“Saludo a mi héroe, Pedro Almodóvar”, dijo). Luego sus dos protagonistas también se llevaron los premios, sobre todo Sandra Hüller, cuando Isabelle Huppert parecía la favorita por “Elle”, que como “Julieta” y “Yo, Daniel Blake” de Ken Loach, se fue de vacío.

Su dirección es realista. Hasta cuando el prota parece muy histriónico, sabe que parezca realista. Y las dos escenas eróticas de la película (el encuentro sexual de la prota con un compañero de trabajo y la deriva nudista de una fiesta de ella) también: Maren Ade le quita todo erotismo de encima y la convierte en parodias humorísticas, sobre todo la primera, que hace quedar al presunto atleta sexual en un payaso patético.

El hándicap de la película es su larga duración, prácticamente la misma que de cada entrega de “El Padrino”: 162 minutos. Su motivo es que Maren Ade se toma su tiempo en narrar todo, casi en tiempo real, sin el ritmo acelerado de un filme hollywoodiense. Tienes que entrar en este juego, o te expones a pensar, equivocadamente, que todo es pesado, que la cineasta nos toma el pelo. O que Michael Haneke, que también es muy lento narrando, sabe contar más cosas seguidas.

Los personajes más importantes son los dos protagonistas, por descontado. El resto, puros accesorios, incluidos los compañeros de trabajo de ella o la madre de él.