La película que hace tres años ganó la Palma de Oro en Cannes y asombró a Spielberg, que le hizo decir que la vería de nuevo en compañía de sus hijos, marcó un antes y un después en el Cine comercial, el mostrar relaciones amorosas poco convencionales al límite de lo explícito.
Catherine Corsini, cineasta de la que recordamos Partir, donde contaba una historia de amor pasional y trágico entre un hombre y una mujer cansados de sus antipáticos cónyuges (uno de ellos Sergi López), cuando empezó a escribir el guión de La belle saison (mejor título que el español), estuvo a punto de no seguir adelante ante el éxito de La vida de Adèle,pero luego vio que las lesbianas no estaban contentas del todo con la película de Abdellatif Kechiche, y se decidió.
Sobre todo por que ella también es lesbiana, y sabe cómo es de verdad su orientación sexual.
Al principio, pensaba ambientar su película en la Francia actual, con las tensiones habidas al aprobarse la Ley de Matrimonio Homosexual,amenazada por la derecha, tanto la moderada como por la de Le Pen, pero se decidió, y sabiamente, por la Francia de su juventud, donde el lesbianismo era un tabú.
Una chica de pueblo, Delphine, se va a Paris, harta de la vida local y de que fracasase su amor con una chica de allí, que por la presión de su entorno se casará con un chico. Conoce a una feminista decidida y desenvuelta, Carole, que le abrirá una vida nueva, sin prejuicios y enfocada a defender los derechos que las mujeres francesas y occidentales tienen hoy en día, desde el aborto al divorcio o que los hombres se dieran cuenta de lo que las mujeres sufren.
Un día, Delphine se entera de que su padre ha tenido un ataque y se ha quedado parapléjico, por lo que tendrá que volver a ayudar en la granja. Carole, que había empezado una relación amorosa con ella, abandonando a su hipócrita novio, se va al pueblo para estar cerca de ella. Pero el ambiente atrasado, patriarcal, machista y casi de película de Bergman del pueblo desagrada a Carole, que intenta seguir con su relación con Delphine a escondidas.
Además de que ve que no puede luchar por ello como en Paris, donde encuentra adhesiones a su causa al momento, pero en el pueblo, donde todas las mujeres están sometidas al macho, le hace sentirse ahogada.
Cécile De France, a quien recordamos como la lesbiana de la trilogía de Cédric Klapisch ambientada en Paris, Barcelona, Londres y Nueva York, está excelente como la feminista que quiere cambiar el mundo y lucha admirablemente por ello.
La desconocida Izïa Higelin está muy convincente como la chica de pueblo, totalmente creíble y con un físico adecuado para ello. Les ayuda que en las escenas sexuales, rodadas sin ninguna vulgaridad ni toque porno, el físico de ambas recuerda en todo a la época del filme, el año 1971, cuando todavía no había ni pechos de silicona ni pubis rasurados.
La película tiene dos partes diferentes, la ciudad y el pueblo. La primera para mostrar lo que tendrán que afrontar las protagonistas después: lo nuevo contra lo viejo, la liberación sexual y femenina contra el puritanismo rancio… Corsini sabe mostrarlo con cotidianeidad y credibilidad, y acierta en no cebarse demasiado en personajes antipáticos cuando quiere que enfaticemos con ellas.
Distribuida en Europa por una distribuidora independiente, ya que es un tema equivocadamente tabú para las multinacionales de palomitas, una buena película que como la de Kechiche hay que ver sin prejuicios.
LA BELLE SAISON: * * * *