Avilés, para quien no lo conozca es la tercera ciudad en importancia del Principado de Asturias, tras Oviedo la capital y Gijón, con una población aproximada de 80.000 habitantes. Hasta mediados del siglo pasado era una pequeña villa burguesa que contaba con un puerto de mar.

Pero a partir de los años 50, dada su adecuada localización, se decidió asentar en ella una industria siderúrgica, en su origen Ensidesa, hoy Arcelor Mittal, lo que la hizo crecer en poco tiempo muy deprisa.

La historia de cómo surgió esta industria desde la base, y nunca mejor dicho porque se centra en la construcción de las campanas, que eran los pilares que posibilitaban convertir en tierra firme, sobre la que poder alzar la fábrica, un territorio pantanoso, nos la cuenta en el documental Campaneros el director avilesino Isaac Bazán.

Avilés es tierra de emigrantes, los que en esos años de penuria económica vieron la oportunidad de venir, desde cualquier lugar de España a trabajar en la construcción de la industria para mantener a sus familias.

Campaneros está narrado por protagonistas directos, hombres que rondaran aproximadamente los 80 años, que recuerdan la crudeza de aquellos tiempos, memoria viva que narra el surgimiento de una industria, contra la que ahora muchos alzan su voz, pero que lo queramos o no nos hacer ser quienes somos.

Isaac Bazán deja que sea la voz de esos hombres la que narre, como llegaron solos, sin nada más que su juventud y sus ganas de trabajar, como dormían hacinados en barracones y como los oriundos de la ciudad les llamaban de modo despectivo "los coreanos".

Como fueron los más osados o los más inconscientes los que se atrevieron a trabajar en las campanas, sistemas de cimentación, en los que mediante presión de aire se mantenía alejada el agua del terreno, de modo que los operarios que estaban en el interior de las mismas podían cavar la tierra, para adquirir la profundidad necesaria antes de rellenarlas con hormigón.

Obviamente, los sistemas de seguridad de entonces no eran los mismos que los de hoy en día, el más mínimo error podía costar la vida a los hombres que allí trabajaban, como pasó en más de una ocasión y las condiciones de compresión traían muchos problemas de salud. Como dato, los mineros acostumbrados a estar bajo tierra preferían la mina a trabajar en las campanas.

Ver hoy el Centro Niemeyer recibir a la entrada de Avilés a todo el que se acerca, después de ver el documental de Isaac, emociona doblemente, alzado en un terreno ganado al agua a costa del esfuerzo y del dolor de nuestros abuelos. Hay veces que necesitamos que alguien nos recuerde nuestro origen para reconciliarnos con nosotros mismos.

Lo que iba a ser un pase de un documental, se ha convertido en un hito para los avilesinos, ya llevamos nueve pases de Campaneros, 5000 personas se han emocionado, algunos recordando su origen, los más jóvenes aprendiendo de donde venimos y en el corazón de todos ha calado un poso de orgullo y eso sólo puede significar dos cosas, el amor de los avilesinos por su ciudad y el buen hacer de Isaac Bazán.