No es raro que la serie televisiva Breaking Bad haya obtenido tanto éxito. El tema de las drogas suele gustar a un tipo específico de público (bastante amplio, eso sí). Pero el tema principal de esta serie no es el tráfico de drogas. No, qué va. Lo importante aquí es la transformación de una persona que, en principio, parece representar el modelo de ser humano ideal (moral, digno), y que posteriormente personifica el paradigma enfermo de occidente (concretamente de EE.UU). Este personaje es Walter White, el hombre que se hizo dios; un dios malvado, frío y vengativo, similar al YHWH del Éxodo bíblico.

El dios que pudo ser en otro tiempo misericordioso y preocupado por su familia, se va transformando en un ogro que rebasa los perfiles de Tony Montana en Scarface, o de Tony Soprano en The Sopranos (por poner algunos ejemplos). Pero, ¿por qué? Porque es inteligente, porque no consume estupefacientes como los otros; porque es un ser implacable.

La inteligencia combinada con la desobediencia de la ley moral es un arma difícil de retener, y Walter White representa al sujeto humano cuya conciencia vive en una constante disonancia. Pero, ¿cuál es el detonante? ¿Qué puede motivar a una persona para cambiar su perfil psicológico tanto? En este caso concreto, todo comenzó con una enfermedad que le concedía pocas probabilidades de vida.

La idea de marcharse sin dejarle dinero a su familia, parecía su principal preocupación; y él, como buen profesor de química, conocedor de la fórmula para fabricar metanfetamina, decide "cocinar" y ganar mucho dinero en poco tiempo.

Finalmente, el señor White descubre que su enfermedad ha cesado y que no habría ninguna razón para continuar practicando una actividad tan miserable.

Sin embargo, la conclusión a la que él llega es la contraria: no hay ninguna razón para volver a ser un vulgar profesor de química. Así, se irá convirtiendo en un monstruo, en ese monstruo que abandonará sus principios morales y que se adherirá al "todo vale" al que estamos tan acostumbrados. Esta es la clave para ver en Walter la imagen de un hombre que podría ser "cualquiera de nosotros"; porque ninguno está a salvo de experimentar la perversión del relativismo moral.

Heisenberg (el nombre profesional de Walter), no solo es un personaje, sino también un fenómeno social, el cual va más allá del puro entretenimiento televisivo. Obedeciendo las voces inferiores que hay en su interior, White se cubre bajo los ropajes de amor propio que las sociedades liberales fomentan. Sí…Walter rompe con los clichés, consiguiendo que el espectador se vea a sí mismo proyectado en el televisor. Pero, querido lector, ¿cree usted que podría llegar a ser un Walter White? O mejor: ¿cree que podría evitarlo?